viernes, 27 de julio de 2012


Sé que ha de llegar un día en que todos nos paremos cinco minutos a pensar si lo que nos rodea es lo propio o una gran mentira. Más que mentira creo que debería decir una gran deformación de la realidad. Aquí todos nos pusimos unas gafas que no son precisamente las que llevan cristales de empatía, esas que nos hacen ver la proporción real de lo que hay a nuestro alrededor, nuestra propia. Las monturas que usamos son bifocales, por la parte de arriba se ve un horizonte difuso y con trazas de poca esperanza y en la lente de abajo vemos a los vecinos que hacen, lo que hacemos todos cuando nos preguntan, ni bien, ni mal, sino todo lo contrario. Y es que a veces miramos la línea que separa ambas vistas y nos quedamos un poco ciegos. Costumbre es que nuestra razón sea la valiosa, pero yo me pregunto: ¿es nuestra? O acaso es la razón de otros que nos gusta porque encaja bastante con lo que nuestra moral cree y nos la apropiamos… Ellos manipulan ¿Quién son ellos? Y si manipulan, si lo tenemos tan claro, ¿es de recibo que sigamos por esa línea? No estaría de más ir apuntando en un papel lo que vemos, lo que vamos recibiendo como si de un tratado de conducta se nos mostrase. No veo más que un tira y afloja en los sentires, si tan mal lo están haciendo ¿Por qué no se piden nuevas elecciones? O es que acaso puede ser que pase lo que en aquellas qué, estando el 15M calentito, no me dio la sensación de que sirviese para mucho, siguieron los mismos, y lo que es peor, con los mismos collares de lujo y esplendor que teníamos antes.
Un extraterrestre que viniese de otro planeta nos vería como un grupo de hormigas ante un imprevisto. Seguimos sin arrejuntarnos de verdad, con toda la fuerza que da el que cree que lo que defiende es realmente defendible. Yo en mi pequeña capacidad me doy cuenta de que el mundo se divide entre dos grandes grupos, los fabricantes y los consumidores. Incluso entre esos que antes se podían denominar fabricantes se les tiene tan cogidos por las materias primas o por las semillas que a pesar de seguir fabricando han pasado a ser consumidores. Los fabricantes son cuatro (a mi ver), que manejan corporaciones impresionantes que lo copan todo, sobre todo la comida que es eso que en faltando nos debería de dar más miedo. “Ellos” manipulan al resto a su antojo, países enteros les pertenecen porque son los que compran la deuda, que al fin de cuentas es un gesto bobo y sin sentido ya que nunca se trata a nuestro nivel, con monedas de esas que circulamos, para nada, “ellos” compran y venden la historia, la educación, la sanidad, la alimentación y sobre todo la producción de los distintos países. Tienen marionetas en los gobiernos que a buen seguro ni siquiera piensan que lo son; poseen todo nuestro potencial en pequeñas etiquetas que se intercambian como si de cromos se tratase. Y nosotros pensamos que tenemos voz y voto, que servimos para algo más. Especulamos que tenemos una deuda para con ellos y ese “ellos” ni sabemos quiénes son, hacemos lo que la onda dice, su buena publicidad, que al fin de cuentas es un arma potente, una que puede hacer cambiar las ideas, las opiniones, reformar moralidades asentadas, cambiar el futuro a su antojo. Manejan nuestra conducta con una impunidad sorprendente y lo que me parece más triste es que andamos mirando al futuro con unas gafas que no sirven más que para sus intereses, nos las venden y nosotros crédulos solo decidimos el color.
En el papel donde quedan expuestas las maniobras, los giros, los idearios, bien podemos ir tachando aquello que con tranquilidad, sin ruidos no nos gusta, no nos lo creemos por oler mal y seguramente bien poco quedaría en claro. Somos consumidores de todo, hasta de la mejor moral que nos la venden con muy buena publicidad.

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