Sé que ha de llegar un día en que todos nos paremos cinco minutos
a pensar si lo que nos rodea es lo propio o una gran mentira. Más que mentira
creo que debería decir una gran deformación de la realidad. Aquí todos nos
pusimos unas gafas que no son precisamente las que llevan cristales de empatía,
esas que nos hacen ver la proporción real de lo que hay a nuestro alrededor,
nuestra propia. Las monturas que usamos son bifocales, por la parte de arriba
se ve un horizonte difuso y con trazas de poca esperanza y en la lente de abajo
vemos a los vecinos que hacen, lo que hacemos todos cuando nos preguntan, ni
bien, ni mal, sino todo lo contrario. Y es que a veces miramos la línea que
separa ambas vistas y nos quedamos un poco ciegos. Costumbre es que nuestra
razón sea la valiosa, pero yo me pregunto: ¿es nuestra? O acaso es la razón de
otros que nos gusta porque encaja bastante con lo que nuestra moral cree y nos
la apropiamos… Ellos manipulan ¿Quién son ellos? Y si manipulan, si lo tenemos
tan claro, ¿es de recibo que sigamos por esa línea? No estaría de más ir
apuntando en un papel lo que vemos, lo que vamos recibiendo como si de un
tratado de conducta se nos mostrase. No veo más que un tira y afloja en los
sentires, si tan mal lo están haciendo ¿Por qué no se piden nuevas elecciones? O
es que acaso puede ser que pase lo que en aquellas qué, estando el 15M
calentito, no me dio la sensación de que sirviese para mucho, siguieron los
mismos, y lo que es peor, con los mismos collares de lujo y esplendor que
teníamos antes.
Un extraterrestre que viniese de otro planeta nos vería como
un grupo de hormigas ante un imprevisto. Seguimos sin arrejuntarnos de verdad,
con toda la fuerza que da el que cree que lo que defiende es realmente defendible.
Yo en mi pequeña capacidad me doy cuenta de que el mundo se divide entre dos
grandes grupos, los fabricantes y los consumidores. Incluso entre esos que
antes se podían denominar fabricantes se les tiene tan cogidos por las materias
primas o por las semillas que a pesar de seguir fabricando han pasado a ser
consumidores. Los fabricantes son cuatro (a mi ver), que manejan corporaciones
impresionantes que lo copan todo, sobre todo la comida que es eso que en
faltando nos debería de dar más miedo. “Ellos” manipulan al resto a su antojo, países
enteros les pertenecen porque son los que compran la deuda, que al fin de
cuentas es un gesto bobo y sin sentido ya que nunca se trata a nuestro nivel,
con monedas de esas que circulamos, para nada, “ellos” compran y venden la
historia, la educación, la sanidad, la alimentación y sobre todo la producción de
los distintos países. Tienen marionetas en los gobiernos que a buen seguro ni
siquiera piensan que lo son; poseen todo nuestro potencial en pequeñas
etiquetas que se intercambian como si de cromos se tratase. Y nosotros pensamos
que tenemos voz y voto, que servimos para algo más. Especulamos que tenemos una
deuda para con ellos y ese “ellos” ni sabemos quiénes son, hacemos lo que la
onda dice, su buena publicidad, que al fin de cuentas es un arma potente, una
que puede hacer cambiar las ideas, las opiniones, reformar moralidades
asentadas, cambiar el futuro a su antojo. Manejan nuestra conducta con una
impunidad sorprendente y lo que me parece más triste es que andamos mirando al
futuro con unas gafas que no sirven más que para sus intereses, nos las venden
y nosotros crédulos solo decidimos el color.
En el papel donde quedan expuestas las maniobras, los
giros, los idearios, bien podemos ir tachando aquello que con tranquilidad, sin
ruidos no nos gusta, no nos lo creemos por oler mal y seguramente bien poco quedaría
en claro. Somos consumidores de todo, hasta de la mejor moral que nos la venden
con muy buena publicidad.
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