Hay días en los que me gustaría borrarme del censo. En
general no me resulta mal despertarme y ver el cielo azul con sorpresas a modo
de pajarillos o pequeñas nubes despistadas que no tienen futuro; me gusta
levantarme y saber que hay una palanca y da agua fresca, sé que tengo el
privilegio de usar un retrete. Voy a la cocina y me hago un oloroso café que me
espabila... tengo a quien dar los buenos días y eso es grande.
Enciendo el pc y alguno me escribe, aunque se ayude de un
mecanismo intuyo que intuye estoy. Abro eso donde navego sin barco y entro en
el mundo de lo social.
Antes, mucho antes, bajaba a la vida pisando calle;
saludaba al que se me cruzaba con buen talante, gustosa de saberlos ahí.
Hablábamos del tiempo, del trabajo, del quehacer y nos intercambiábamos
noticias relevantes, aunque solo fuesen nimias, siempre estaban cargadas de
futuro.
Ahora es muy parecido, tengo vecinos a los que les gusta
hablar y compartir eso que les hace sentir que están vivos; lo que les alegra y
lo que les entristece, la música que se comparte, los lugares, los pensamientos
de plasma (llamo así a los plasmados, a los que llegan impresos en una foto y
suelen ser de otros, alegremente aceptados) Llegan novedades y también futuros
o predicciones; todos hacemos posible un reflejo de la vida real que en mi caso
me resulta muy agradable. La pena, mi pena es que últimamente el reflejo es
triste, cargado de rencor, de enfado y no me gusta.
Todo lo que veo, lo analizo fugazmente y lo instalo a mi
lado porque son las cosas de mis amigos y sigo apenada, triste, sin ganas de
tener otras elucubraciones más placenteras. Me parece que no voy a leer más
estas cosas, solo me hacen sentir mal y lo que conlleva, una impotencia enorme,
fuera de toda norma que no ayudará a nada.
Hablo, discuto y llego a insultar, como todos. Siento que
se nos escapa la fuerza por la boca y que si bien los insultos suelen ser
preludios de violencia, me temo que no son nuestros. Me da la sensación de
vivir en una ola y que hay un Neptuno, o algunos, que las mueven a su gusto.
Son raciones que parece nos tocan, que se reparten a voluntad. Si tantos vemos
tanto mal ¿por qué no hacemos nada? ¿cuánto tiempo hemos de aguantar? A lo
mejor es que este concepto de sociedad está enferma desde el nacimiento y
debemos empezar a plantearnos otro modelo, otra forma de vida que en nada se
parezca a esta.
Cada día tengo más claro que quiero vivir, no sobrevivir.
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