Parece que me levanto y digo: voy a dar por saco! Luego a lo
largo del día centro mi mala baba en otras cosas...
Hoy se ve que no he comido bien, y reposando andaba. Hace
dos minutos me he comido un melocotón que me estaba mirando. He recordado los
exquisitos melocotones que siempre tenía mi yaya en casa y me he lanzado a la
aventura de hacer eso que a muchos encanta y que a mí no es que me maraville...
me lo he comido, sin más.
Comer melocotones rebaja la estima, comer fruta la hunde.
Una llega al mercado y mira los cajones con las más diversas frutas; ya he
desistido con las verduras porque pienso que al guisarlas bien se les puede cargar
de sales, hierbas o concentrados de todo tipo para darles eso que carecen,
sabor. Miro los bonitos colores de las frutas y esos precios que las distinguen
como artículos de lujo y me digo: voy a comprar algo que enseñe que tengo un
paladar elegante y que en casa comemos de lo bueno lo mejor. Tienen un precio
tal que he comprado zapatos pagando lo mismo; eran de un país lejano, como
muchas de estas frutas, costaban lo mismo. Tengo que reconocer que a la cuenta
ellos, los zapatos se despegaban en el tacón y las frutas estas se parecen
mucho al adorno que tenían en la delantera, que a la semana de estar en casa se
pusieron de un tono que decía: Peligro. Nunca hubiese chupado una punta de mis
zapatos pero en cambio lo intento con estas frutas que solo son eso, colores
algo jugosos sin mucho sabor. Me pongo contenta porque el ambiente es propicio
y mi nariz moquea de pena porque no reconoce el lugar. No encuentro los olores,
como no encuentro el sabor en estas piezas que dicen lo natural que soy. En la producción
se perdió el gusto, el sabor, el olor, pero ganamos en precio y color. Yo
pensaba que cuando algo parecía bonito también tenía que oler bien y no es así.
Las frutas no son lo que eran y me defraudan tanto como la situación política
de este país. Qué voy a esperar de una sociedad en la que puedo oler a fresa en
el bote de champú más que en un puesto dedicado solo a la venta de tan jugoso
fruto... seguro que ni el pegamento de los zapatos... coloca como antes.
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