domingo, 8 de julio de 2012


Los que me conocen, que no es secreto, saben que a mí las fiestas no me gustan nada. Hablo de este tipo de fiestas multitudinarias donde prima la gente y... y la juerga convertida en alcoholes varios. Seguramente en todas las fiestas hay quien no bebe como para reventar, quien no se pone delante de los toros, bien sea aquí, en San Fermín o en cualquiera de los que hay por los pueblos de este país.
Ya sé que algunos pensaran que soy boba y que no las he disfrutado, tendrán razón, soy boba y no las he disfrutado, por esto digo que no me gustan. Me parece un despropósito que la gente se una para beber, para gritar o para montar un circo que... como ya he dicho, soy boba y no lo entiendo. Los que se agrupan como si de familia se tratase tiene un pase, que siempre la compañía atrae el disfrute, pero eso de soltarse la melena porque son fiestas... hacer cosas que de normal no haríamos y acabar borrachos por las esquinas me parece absurdo.
Me estoy haciendo amigos... bueno, y? Y es que veo a los que se les pide cordura ante las crisis, a los que apoyan ONG, a los que en condiciones normales son la mar de tranquilos... les veo emocionarse por la muerte de unos morlacos, disfrutar del atrevimiento de unos pocos que se hacen "valientes" en un momento de embriaguez, aunque solo sea por la masa. Y lo que me da cincuenta patadas es que sea esto nuestro pasaporte popular al resto del mundo... toros y santos varios, quemas y procesiones, moros y tomatinas, orgullos y rocíos... somos un país festero que anda con lagunas. Ahora me animo, que son fiestas, ahora no; ahora rezo, ahora maldigo; ahora concreto, mañana destarifo... Lo mismo para quitarme de boba tengo que beber y así... olvidar.

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