martes, 10 de julio de 2012


Hay una esperanza en el cielo, una que brilla mucho pero como es vergonzosa se esconde por encima de las nubes y debajo de las estrellas. Esta condenada Esperanza... que condenada está ya que no tiene fuerzas para mostrarse, es la que creó las nubes. Nadie sabe como se las ingenió para cubrir el cielo con ese manto denso que en un principio era gris oscuro, no se sabe, ni falta que hace. A medida que la Esperanza se queda dormida, sobre todo en la siesta, salen los rayos del sol y soplan. Ese manto uniforme pierde la compostura y por esto vemos esas nubes que parecen moldeadas sin ton ni son, como el pelo del que corre. El color lo pierden porque al soplar escupen jabón y se blanquean. Cuando despierta se enfada y tiene que bajar a la tierra en busca de los trozos de nube que se han desparramado por todas partes. Se hacen niebla, o sombreros de montañas, incluso los trozos valientes toman el suelo y en brumas se convierten. Todos los días pasa lo mismo y sin querer, queriendo la vergonzosa se está curando, por eso a veces vemos cachitos de la Esperanza por los rincones o tomando un vermú en alguna plaza de pueblo, mirando al cielo. La gente que no ha volado no la reconoce y piensan que es una loca o una que tiene dolor de cuello. Disimula y a lo tonto muchos se arriman a ella, se presentan para que les quite las nubes que se quedan en los ojos. No para de contar chistes sosos, que solo hacen gracia a los sordos y entre risas de cortesía ella se medio instala con nosotros.

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