jueves, 26 de julio de 2012


Las apariencias engañan y en el caso de las ratas, nos engañan aun más si cabe. Ahora resulta que si les haces cosquillas se ríen... ¡vayapordios! ¿Qué será lo próximo? Que los políticos tienen corazón? ¿Qué los toros sufren? ¿Qué los cigotos son conscientes?  No me gusta esta noticia, me rompe mi natural sentido protector, ese que me hace coger una escopeta escoba y salir de caza cuando veo un roedor. Con esta noticia me dejan la moral llena de dudas, si alguien ríe suele ser porque está feliz... claro que también puede ser porque tienen un algo, vena, músculo, lo que sea que emociona, que se excita y te hace reír. Emocionar esto, lo que sea a modo de pulsador debe ser cosa fácil, solo que no sabemos dónde se encuentra el botón. Por eso las ratas, las pocas ratas vivas con las que me he cruzado en esta vida, me han mirado con esa cara que tienen las ratas, ahora sé que disimulaban, escondían valiosa información, la parte esa que les puede hacer partirse de risa. Las he visto en los documentales hablando, entre ellas y en el púlpito, besan a los niños sin perder esa expresión, ven nuestra basura, nuestro sufrir y siguen impertérritas, pero en un momento dado, se parten de risa, aplauden, incluso parece que digan: Jódete!
Ya me parecía a mí que estoy rodeada de inexpresivos que guardan feroces intenciones, porque nadie me negará que una rata es un bicho que así, sin ser enorme, ni demasiado fea, da un miedo que se convierte en genético. Será que son la nueva peste, esa que ya predecían los antiguos y tendrán razón, este es el fin... mejor cojo mi revolverboli y ataco por donde más les duele... en… en… ¿por dónde?

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