sábado, 11 de agosto de 2012


Todos sabéis de mi lado oscuro que empieza con “infan”, no lo puedo remediar, soy una infantil en muchas situaciones. Me gusta jugar como al más loco de nuestros infantes, diría que soy lo que se dice una infectada con la semilla de la inmadurez. Y es que no me gustó crecer, hice lo propio sin remedio, pero me quedé en ese impase del que sabe que lo mejor de ser adulto son las ventajas, las grandes diferencias que sacas en las travesuras. Un día que andaba enfadada por no poder entrar en algunas atracciones de la feria, por mi tamaño y edad, me di cuenta de que podía comerme cuatro bolas enormes de algodón de azúcar y nadie me decía nada. Luego, ante este descubrimiento espiritual, que es como la conciencia, está pero algunos no se percatan, me pase los días en las chucheras. Podía hacer eso que me gustaba y a nadie le parecía raro; bueno, un poco sí, por eso tuve que seguir con algo infantil como es la mentira y decir que era para mi sobrino. Ja! De haber aparecido uno, por muy querido que fuese habría tenido que esperar a que escogiera las mejores chuches.
Cierto es que debajo de esta imagen de niña buena calzo un despiadado chiquillo que pasea por la isla sabiéndose el señor de las Moscas y que puedo ser una infanticida al uso si veo que otro niño molesta mi natural tranquilidad. Ya sé que todos nos apuntamos a los carros de no ser discriminadores y luego lamentamos tener vecinos “raritos” o nos sentimos superiores por pertenecer a tal región, tal club o tan otra chorrada. Sé que no está de moda, bueno a lo mejor solo es una moda Suiza; lo de decir que uno se volvería un infanticida en tal o cual restaurante, cuando uno de esos pequeños monstruos no dejan de molestar. Qué no es su presencia, son sus acciones debocadas las que te harían volverte un Hulk. Los padres, pobres sufridores piensan en internados, pero no solo son caros, está mal visto y rezan para que una Mary Poppins baje con su paraguas y los meta en la bolsa tragacosas. A nadie se le ocurre que estos críos hacen algo que nosotros quisiéramos hacer en mil ocasiones, dar por culo para que la circunstancia termine a nuestro favor. Probarlo. Suelo hacer eso cuando en el coche, ante un viaje largo no me dejan fumar… “¿Ya llegamos?, ¡me hago pis!, ¿falta mucho?, ¡me hago pis!, ¿Ya llegamos?, me hago pis!, ¿falta mucho?” suele funcionarme, porque no hay bolso de Mary donde meterme.
Otra cosa que me pasa con cierta asiduidad, cada vez más, es que veo que otros que tampoco están en edad de llamarse infantes, se pasan todo el tiempo diciendo infantilidades, que no llegan a ser burradas si se escuchan desde este ángulo; de no hacerlo te pueden provocar un infarto o cuanto menos muy mala leche. Esta gente, creo yo, cuando eran pequeños no les dejaron jugar a gusto. Seguramente hacían ejércitos de infantería con todo lo que pillaban, dominado el grupo, dirigiendo a la masa de juguetes como si no hubiese un mañana.
No me gusta perder, literalmente me enfado. Esto es otra prueba de que soy una infantil, además puedo pensar eso de: “no te ajunto” muchas veces y luego me veo en la tesitura de volver a jugar con ese despreciable. Total, sigue pasando como cuando éramos infantes, no por ser hijos de reyes, más bien por cuestiones de edad, pero para el caso es lo mismo; nos intentaban doblegar, eran felices si un niño tenía aires de buen sumiso, de lo contrario te compraban un hermanito a ver si con esto te dabas cuenta de que la vida no es así. ¿Cuántos hermanitos nacieron solo por joder al primogénito? Mira que fueron tontos, todo el mundo sabe que las manzanas podridas ganan en el cesto, tienen el tiempo a su favor.
Ahora, llegados a esta edad, nadie diría que soy una niña, a lo más que llego es a intentar pasar por una persona amante de la infanzonía, que quiso ser la bruja de todos los cuentos y se quedó en un entretenido Sancho. Lo dejo, me voy a jugar con la Wii, pero antes, por si queréis recordar, o saber, como eran aquellas cancioncillas que nos acompañaban a los infantes del pasado… en este blog hay una buena recopilación. Me quedo con el… “Vamos a contar mentiras... vamos a contar mentiras…”

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