Mientras me aseaba escuchaba las noticias en la radio. En
verano todos los informativos, sea a la hora que sea suenan a un triste déjà vu, esas situaciones en las que uno tiene la sensación de
repetir el momento, de haberlo vivido con anterioridad; eso me pasa todos los
veranos, me vuelvo una paramnésica perdida, da igual sea en la
radio o en la tele, cosa triste a más no poder. Esta gente repite las noticias,
no solo de hora en hora, también de una cadena a otra, mismas palabras, mismas imágenes.
A veces pienso en el pobre que redacta la primera, que todo contento se hace su
presentación pensando que es un buen trabajo y al final del día de tanto escucharlo
en boca de otros, debe sentir que eso no es suyo. A lo mejor esa repetición con
pocas pretensiones se parece tanto a los anuncios que es la causa de no ser
conscientes de lo que pasa por el mundo.
Tiro mano de las redes sociales para saber qué es lo que
interesa al personal y saltan las apuestas entre lo político y lo social, tengo
la sensación de que empiezan a rayar la prensa rosa de tan subjetivas que parecen
las reseñas; la Prima que baja y sube como le rota, la fulana de tal que dijo
que no dijo, el mengano que sabe que no sabe o los zutanos que marcan tendencia
por tener demasiado estilo. Luego me insuflo de moral con la tristeza, que de
eso hay para regalar y me enorgullezco de sentir que cada día un poco de mí se
repite, como si fuese un haberme vivido antes.
Escuchaba que el popular Café Gijón, descanso de artistas en
la capital, no cierra. Cerraba sin duda por un “quítame un terraza” que la
habían perdido, como si eso de tener un espacio para uno fuese algo que
sostiene la economía de un café, qué debe serlo, claro, pero en esas me produce
una extraña sensación saber que uno de los sitios de casi obligada visita al
Madrid de la cultura pende de unas mesas en la calle. Ahora pueden estar
tranquilos por veinticinco años más; los que la perdieron, que supongo será el
bar de al lado ¿cerrará? Qué casi era una amenaza, ¡o tengo terraza, o cierro!;
he aquí la importancia de vivir en la calle, esto lo digo por los indigentes y
los que se quedaron sin casa, por fin tienen una buena terraza, pero claro ellos
aun no son paradigma de la cultura de nadie, aunque todo llegará. Se darán casos
en que entre los que nada tienen, que son ya millones, se encuentre algún
potencial de la literatura y escriba una magnífica obra en papeles de desecho,
con lápices encontrados en los mostradores públicos (por mucho que los aten
siempre desaparecen) y con los años, cuando la obra triunfe diremos cosas como
que el autor necesitó de un empuje desgraciado para la creación. Apuesto algo a
que este artista también está preocupado por una terraza.
Me encuentro con la foto del día, que no es un primer plano
del erial de Marte, de las playas abarrotadas o de uno de esos pobres países a
los que les caen bombas a diario. La foto que tampoco sé si ha sido portada de
la prensa escrita, lo merecería por brutal y oportuna es de un corneado siendo
lo propio en la corrida de ayer. Dolorosa de ver, que todos tenemos en gran
estima esa parte sensible de nuestro cuerpo. Mientras los demás miran, dos se
pelean sabiendo que solo ha de ganar uno. Los mirones pueden estar en tribuna
luciendo galas, a la sombra o al sol, dando opiniones, haciendo aspavientos y
como en el circo, sintiendo miedo por el riesgo que corre otro, sin saltar
nunca en su ayuda. Corre la sangre y el ardiente sol la seca, hoy el muerto de
este juego se ha tomado la revancha y a los que miraban una corriente eléctrica
les ha subido por las entrañas. Es el riesgo gratuito que tanto nos gusta mirar;
gratuito para el torero, que el otro, el toro, por ser bestia no tiene voz en
esta lucha y terminará siendo guiso en un plato.
Todo parece que se repita y si no, escuchar las noticias,
leer una y otra vez… hasta mañana, que serán parecidas.
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