lunes, 20 de agosto de 2012


Mientras me aseaba escuchaba las noticias en la radio. En verano todos los informativos, sea a la hora que sea suenan a un triste déjà vu, esas situaciones en las que uno tiene la sensación de repetir el momento, de haberlo vivido con anterioridad; eso me pasa todos los veranos, me vuelvo una paramnésica perdida, da igual sea en la radio o en la tele, cosa triste a más no poder. Esta gente repite las noticias, no solo de hora en hora, también de una cadena a otra, mismas palabras, mismas imágenes. A veces pienso en el pobre que redacta la primera, que todo contento se hace su presentación pensando que es un buen trabajo y al final del día de tanto escucharlo en boca de otros, debe sentir que eso no es suyo. A lo mejor esa repetición con pocas pretensiones se parece tanto a los anuncios que es la causa de no ser conscientes de lo que pasa por el mundo.
Tiro mano de las redes sociales para saber qué es lo que interesa al personal y saltan las apuestas entre lo político y lo social, tengo la sensación de que empiezan a rayar la prensa rosa de tan subjetivas que parecen las reseñas; la Prima que baja y sube como le rota, la fulana de tal que dijo que no dijo, el mengano que sabe que no sabe o los zutanos que marcan tendencia por tener demasiado estilo. Luego me insuflo de moral con la tristeza, que de eso hay para regalar y me enorgullezco de sentir que cada día un poco de mí se repite, como si fuese un haberme vivido antes.

Escuchaba que el popular Café Gijón, descanso de artistas en la capital, no cierra. Cerraba sin duda por un “quítame un terraza” que la habían perdido, como si eso de tener un espacio para uno fuese algo que sostiene la economía de un café, qué debe serlo, claro, pero en esas me produce una extraña sensación saber que uno de los sitios de casi obligada visita al Madrid de la cultura pende de unas mesas en la calle. Ahora pueden estar tranquilos por veinticinco años más; los que la perdieron, que supongo será el bar de al lado ¿cerrará? Qué casi era una amenaza, ¡o tengo terraza, o cierro!; he aquí la importancia de vivir en la calle, esto lo digo por los indigentes y los que se quedaron sin casa, por fin tienen una buena terraza, pero claro ellos aun no son paradigma de la cultura de nadie, aunque todo llegará. Se darán casos en que entre los que nada tienen, que son ya millones, se encuentre algún potencial de la literatura y escriba una magnífica obra en papeles de desecho, con lápices encontrados en los mostradores públicos (por mucho que los aten siempre desaparecen) y con los años, cuando la obra triunfe diremos cosas como que el autor necesitó de un empuje desgraciado para la creación. Apuesto algo a que este artista también está preocupado por una terraza.

Me encuentro con la foto del día, que no es un primer plano del erial de Marte, de las playas abarrotadas o de uno de esos pobres países a los que les caen bombas a diario. La foto que tampoco sé si ha sido portada de la prensa escrita, lo merecería por brutal y oportuna es de un corneado siendo lo propio en la corrida de ayer. Dolorosa de ver, que todos tenemos en gran estima esa parte sensible de nuestro cuerpo. Mientras los demás miran, dos se pelean sabiendo que solo ha de ganar uno. Los mirones pueden estar en tribuna luciendo galas, a la sombra o al sol, dando opiniones, haciendo aspavientos y como en el circo, sintiendo miedo por el riesgo que corre otro, sin saltar nunca en su ayuda. Corre la sangre y el ardiente sol la seca, hoy el muerto de este juego se ha tomado la revancha y a los que miraban una corriente eléctrica les ha subido por las entrañas. Es el riesgo gratuito que tanto nos gusta mirar; gratuito para el torero, que el otro, el toro, por ser bestia no tiene voz en esta lucha y terminará siendo guiso en un plato.
Todo parece que se repita y si no, escuchar las noticias, leer una y otra vez… hasta mañana, que serán parecidas.

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