miércoles, 29 de agosto de 2012


Hay una encrucijada frente al estante de los productos de cosmética en el supermercado. Muchos no queremos creer que la cosa sea tan grave, ni de lejos pensamos que nuestros gobiernos no se preocupan de esto, hasta que... un día escuchas una pequeña noticia, o una grande, donde se ha prohibido el uso de tal producto químico porque trae consigo la enfermedad. Lo decoran como que se acaba de descubrir, que no se dieron cuenta... como que solo es una formalidad... como que no es para tanto, solo si te lo comes o si te pasas la vida poniéndote cantidades ingentes de ese producto. Lo leo, lo miro y me suena todo a tanta mentira.
Descaradamente los que hacen nuestros jabones, champús o cremas no parece que entiendan de ecologismo, de medioambiente o simplemente de salud; ellos solo se preocupan por hacer una carrera sin meta, una para ganar más clientes y dejar atrás a sus competidores.
Pueden pensar que parte de la culpa es nuestra, que cada día uno se levanta y comienza una carrera hacia la perfección inventada, hacia un juego de camuflaje en el que ser natural está castigado. Lo está si no tienes un pelo perfecto o si en tu cara asoma bello, lo es si no tienes apariencia juvenil, aunque tengas sesenta.
Me parece que no nos gustamos nada, debe ser que nuestras arrugas están vacías de experiencias o que la dureza de una piel joven es una cualidad de ser humano con futuro... ¡Qué chasco! ¡Qué triste!
En alguna ocasión te has bañado en un riachuelo y al salir del agua ¿te has olido? es posible y me parece que como a mí te habrá pasado que no hueles a nada, te lo parece porque estamos tan acostumbrados al aroma artificial que el natural casi no lo reconocemos.
Lo que tengo claro es que si no cambiamos el concepto de belleza, la mirada a la persona por lo que nos ofrece como tal... mal lo tenemos, nosotros mismos nos ponemos la soga al cuello, unos a otros y todos aceptamos las cosas como son. Luego les daremos las gracias desde el hospital con la idea de que somos unas bellas figuras que se conservarían mejor en el más caro de los tarros de formol.

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