viernes, 10 de agosto de 2012


Cuando era pequeña mi abuela solía decir cosas que me dejaban muy extrañada, hablaba de la república o la guerra y me transmitía dudas con la idea de que esos tiempos, para ella, eran mucho mejores a nivel social. Me explicaba que en su barrio, en todos los barrios, había personas qué voluntariamente se ofrecían para ser controladores y controlaban. A mí me parecía que aquello no era normal, pero ella lo veía incluso hasta necesario. Había controladores de manzana, controladores de calle y otros que en cada portal controlaban a los vecinos. No recuerdo muy bien si ella usaba esta palabra o era la de vigilantes, pero sea como sea, unos se espiaban a otros. Echaba de menos no saber qué era lo que los demás hacían, y tenía miedo.
Ahora que tengo una edad que ya ronda la histórica me doy cuenta de que a todos los gobiernos les gusta espiar y no cejan en el empeño, unos a otros según su escala. Viendo esa postura no era raro que cuando llegó la bonita democracia, la gente como mi abuela, que durante toda su vida se habían sentido custodiados lo echasen de menos. Los veía, los veo, que aún quedan muchos así, enfadados con sus hijos porque no hacen eso que ellos hicieron, controlarlo todo y dejarse controlar, no permitir que se saliesen de las antiguas normas que nadie escribe claro, pero que todos sabían. Ellos pasaron una transición horrible y aun resuenan en mi cabeza aquellas frases más que repetidas cuando no se hacía lo que era de esperar: “Una guerra, eso es lo que necesitamos” “Una temporada de hambre tendríais que pasar”
¿Será por esto por lo que a veces nos comportamos de manera muy rara? ¿Lo llevamos en las venas? No sé, lo que sí tengo claro es que nos quedan algunas generaciones para desterrar esa necesidad y ese miedo a la libertad que tenemos. Nadie que es atado durante muchos años deja de sentir las ligas cuando ya no lo está. A veces no se sabe vivir sin ese control, es como si se necesitase tanto como la respiración. Creo que el revoltillo que olemos en la sociedad, viene dado por esta cara de la libertad, muchos no quieren asumirlo o no pueden consumirla como es debido.
Este clip demuestra que seguimos siendo controlados, que hay controladores que lo propician, otros, que también quieren hacerlo y participan. Me enseña que las tecnologías que tanto nos hacen sentir la expansión, la universalidad de nuestros actos, pueden ser también la herramienta para que actuemos como pequeños policías, vigilantes de los que nos rodean, de nosotros mismos. Pensé que las cámaras de vigilancia no me afectaban, pero se convierten en dedo acusador, no sirven para eso que uno cree, vigilar para proteger. Vivimos en un país de resentidos cargados de culpa porque no sabemos andar sueltos y algo dentro nos dice que eso está mal. Si ponemos sanciones son despiadadas, solo hay que ver lo que nos rodea. Si tu perro hace caca y no lo recoges, puedes pagar una multa de hasta mil euros ¿Qué nos hace pensar que esto es proporcionado? Si alimentas gatos o perros en la calle, 1.500 euros; por dar de comer a las palomas, 20.000 y otras mil quinientas eurocucas por mear en la calle. Señores, ¿nos hemos vuelto locos o gilipollas? El link que he puesto es un ejemplo de lo que pasa cuando nos dan carrete para ser controladores, vigilantes, sale el pequeño policía que, por lo que veo, todos llevamos dentro.
Ver como se utilizan las redes sociales para la denuncia con toques fascistas. 
Desde aquí:

Ferrocarrils Generalitat Catalunya : Retiren APP mòbil per denunciar indigents / Retiren APP móvil para denunciar indigentes

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