Cuando era pequeña mi abuela solía decir cosas que me
dejaban muy extrañada, hablaba de la república o la guerra y me transmitía
dudas con la idea de que esos tiempos, para ella, eran mucho mejores a nivel
social. Me explicaba que en su barrio, en todos los barrios, había personas qué
voluntariamente se ofrecían para ser controladores y controlaban. A mí me
parecía que aquello no era normal, pero ella lo veía incluso hasta necesario.
Había controladores de manzana, controladores de calle y otros que en cada
portal controlaban a los vecinos. No recuerdo muy bien si ella usaba esta
palabra o era la de vigilantes, pero sea como sea, unos se espiaban a otros. Echaba
de menos no saber qué era lo que los demás hacían, y tenía miedo.
Ahora que tengo una edad que ya ronda la histórica me doy
cuenta de que a todos los gobiernos les gusta espiar y no cejan en el empeño,
unos a otros según su escala. Viendo esa postura no era raro que cuando llegó
la bonita democracia, la gente como mi abuela, que durante toda su vida se
habían sentido custodiados lo echasen de menos. Los veía, los veo, que aún
quedan muchos así, enfadados con sus hijos porque no hacen eso que ellos
hicieron, controlarlo todo y dejarse controlar, no permitir que se saliesen de
las antiguas normas que nadie escribe claro, pero que todos sabían. Ellos
pasaron una transición horrible y aun resuenan en mi cabeza aquellas frases más
que repetidas cuando no se hacía lo que era de esperar: “Una guerra, eso es lo
que necesitamos” “Una temporada de hambre tendríais que pasar”
¿Será por esto por lo que a veces nos comportamos de manera
muy rara? ¿Lo llevamos en las venas? No sé, lo que sí tengo claro es que nos
quedan algunas generaciones para desterrar esa necesidad y ese miedo a la
libertad que tenemos. Nadie que es atado durante muchos años deja de sentir las
ligas cuando ya no lo está. A veces no se sabe vivir sin ese control, es como
si se necesitase tanto como la respiración. Creo que el revoltillo que olemos
en la sociedad, viene dado por esta cara de la libertad, muchos no quieren
asumirlo o no pueden consumirla como es debido.
Este clip demuestra que seguimos siendo controlados, que hay
controladores que lo propician, otros, que también quieren hacerlo y
participan. Me enseña que las tecnologías que tanto nos hacen sentir la
expansión, la universalidad de nuestros actos, pueden ser también la herramienta
para que actuemos como pequeños policías, vigilantes de los que nos rodean, de
nosotros mismos. Pensé que las cámaras de vigilancia no me afectaban, pero se
convierten en dedo acusador, no sirven para eso que uno cree, vigilar para
proteger. Vivimos en un país de resentidos cargados de culpa porque no sabemos
andar sueltos y algo dentro nos dice que eso está mal. Si ponemos sanciones son
despiadadas, solo hay que ver lo que nos rodea. Si tu perro hace caca y no lo
recoges, puedes pagar una multa de hasta mil euros ¿Qué nos hace pensar que esto
es proporcionado? Si alimentas gatos o perros en la calle, 1.500 euros; por dar
de comer a las palomas, 20.000 y otras mil quinientas eurocucas por mear en la
calle. Señores, ¿nos hemos vuelto locos o gilipollas? El link que he puesto es
un ejemplo de lo que pasa cuando nos dan carrete para ser controladores,
vigilantes, sale el pequeño policía que, por lo que veo, todos llevamos dentro.
Ver como se utilizan las redes sociales para la denuncia con toques fascistas.
Desde aquí:
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