Supongo que dar salida a esta entrada es solo por menear la
olla, una que no tiene tapa y se la quieren poner.
Soy vasca y a la mayoría de nosotros, desde muy pequeños, se
nos ha enseñado a diferenciar nuestra tierra de las demás, visto desde fuera este
tipo de comportamiento se podría llamar una “bilbainada”, un exagerar todas las
cuestiones y reprobar cualquier cosa que pasase “en el otro lado”. Aprendimos
desde chicos que España era diferente y que nada teníamos que ver con esto;
cosa que la mayoría aceptaba sin pensar, ser superior es algo que gusta, sentir
que estás en un grupo de personas que luchan por ti o que te condecoran con una
medalla solo por haber tenido la “churra”, la suerte del azar, de nacer en este
sitio y no en Chilindrín de Abajo. Apunto esto para que se aprecie que sentirse
superior es algo que gusta y que se asume con una facilidad pasmosa.
La cosa cambió cuando dejé mi pequeño mundo y me encontré
con otro que era mucho más grande, mucho más abierto, tan combativo como el
nuestro y con libertades menos definidas pero mucho más agradables. La libertad
de poder sentir lo que te diese la gana. Nos instalamos en el mar que no tiene
mareas y suele estar caliente y en calma, en la parte donde el sol nace y
siempre hace buen tiempo, esto te cambia la vida, la manera de verla y las
ganas de vivirla. No por ser más lista he llegado aquí, la casualidad nos lo
mostró y la intuición nos dijo que este era nuestro pueblo, nos quedamos. Como
nosotros hasta esta bella tierra llegaron miles y no todos vascos, gentes de cien
países diferentes que también pensaban así, que esta tierra es toda luz.
Al principio mi natural predisposición a sentirme extra me
hacía decir cosas tontas y nada reales, agradezco la paciencia que conmigo
tuvieron, me hicieron sentir como en casa. Aquí hay días en los que se puede
charlar en castellano con gentes que también hablan otros idiomas; una vez me
senté en una mesa de veintitantas personas y casi no se repetía país, belgas,
holandeses, árabes, americanos, etíopes, rusos… y algún español, desde luego.
Hablaba cada uno de las diferencias que encontraban en este país para con el
suyo y en ese momento me vi defendiendo España, me vi sintiéndome parte de una
sociedad que me daba la oportunidad de sentir que era para aplaudir. Por mucho
que digan, por mucha crisis que tengamos, España es un buen país; tenemos un
clima variado, un paisaje maravilloso y unas gentes que son dignas de
abanderar. Hemos descubierto cosas, inventado o transformado tanto como el que
más y eso no nos hace superiores, nos hace estar orgullosos. Pero solo hasta el
punto en el que a uno le parece que se está menospreciando el lugar donde se
vive. Imagino la comparación de aquel grupo, el entusiasmo si alguno de otro
planeta viniese a meterse con nosotros… Una pena, porque analizo como andan las
cosas y me temo que hay tantas acciones históricas vergonzantes que cambiaria
de tema. No sé muy bien lo que defendería, tendría que reducirme a mi pequeño país
o mi minúsculo pueblo y aun así tal y como están las cosas quizás me tendría
que callar por no parecerme que estamos haciendo bien las cosas. Cada uno es
como es y solo hay que esperar que salga lo mejor, intentando dominar la
avaricia, el egoísmo, la miseria de cada persona; porque a la larga, eso, lo
triste, no inventa nada, no mejora la vida propia, ni la de los que nos rodean.
Veo como se recortan las cosas buenas que tenemos y como nos
enfadamos por esto… unos, otros que son más realistas intentan justificar los
recortes porque no hay dinero para pagar el beneficio. No lo hay, no tenemos
más que deudas y se va cerrando la olla para que solo unos pocos elegidos coman
de ella.
Ahora son los “sin papeles” los afectados, como lo son las
personas a las que los bancos engañaron, los que perdieron su trabajo y no
pueden comer, los que tenían puestas sus expectativas en la ciencia y ahora se
dejan reposar… todos estamos en la cuerda floja de un país que al paso que va
me va a resultar muy difícil defender. No veo dirigentes que me animen a
aguantar el chaparrón, no veo propuestas para mejorar, solo para empeorar las
cosas, como tampoco veo que mis conciudadanos se muestren generosos. Cada grupo
se mete en su pequeño reducto y lo defiende con uñas y dientes, importando bien
poco el resto. Ahora la gente no defiende su país, defiende su corporación, su
trabajo, su modo de vida solo visto desde ese punto económico que es tan
ventajoso para unos y malicioso para otros. Nos quejamos de que no tenemos
suficiente; el que tiene llora porque quiere demostrar que con eso no se puede
vivir, sin pensar que otros viven con la mitad, de la mitad, de la mitad… o con
nada, gracias a la generosidad de los familiares o amigos. A nadie se le ocurre
proponer un reparto, nadie quiere dejar de trabajar una hora para que se
contrate a otra persona que pueda, por lo menos, comer. Nadie quiere perder las
prebendas conseguidas, incluso si no hay dinero para pagarlas, que se lo quiten
a otro y llegado este punto, nos da igual que sea el vecino.
Nos quejamos por la sanidad, esa que en la comparativa nos
hacía ser un país superior, nos recortan la seguridad de saber que en eso que
más se teme, en la perdida de la salud, vamos a tener a nuestra disposición todo
lo necesario para subsanar el problema. Nos jode llamar a la puerta y que nos
digan que no hay para nosotros, porque nos creemos, nos lo ganamos, el derecho
a ser cuidados y a la que esto ocurre, miramos al de al lado para ver si ha
colaborado con el grupo. No pensamos en que todo está tocado por el
administrador que hace que cada cosa que se consuma tenga aranceles para pagar
el bienestar. Los que pueden se marcan como insumisos y deciden que ellos no
dejaran de hacer eso que siempre hicieron, pero seguro que hay un montón de gente
esperando meses, o años a que se les atienda y no obtienen tanto apoyo. Seguimos
sin verlo claro, pataleando contra los recortes, contra las bajadas de sueldos,
los ERES, las subidas de impuestos y queremos más, queremos vivir como antes,
con seguridad, aunque fuese falsa. Los ladrones se quedan sin castigo, los
gobernantes sin apoyo, los habitantes sin atención y solo nos enfadamos… creo
que ya es hora de replantearse las cosas, de ver si hay gentes que tengan otras
ideas, de saber si vamos a seguir pensando que somos unos desgraciados muertos
de miedo o gentes que están dispuestas a equilibrar la cuerda, para que todos
puedan pasar sin morir en el intento. No soy vasca, no soy española, no soy
nada si no participo en algo que mate a unos y a otros no. Nadie tiene más
derecho que nadie, todos respiramos el mismo aire podrido y a no ser que
empecemos a soplar, acabaremos con todo.
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