jueves, 6 de septiembre de 2012


Un día los rayos andaban jugando como tenían costumbre. Que si un agujerito por aquí, que si otro por allí… al caer con fuerza punteaban la tierra y parecía un gran queso. Las nubes se enfadaban con ellos, cuando llovía el agua se escondía por los agujeros y no había manera de que la tierra aprovechase la humedad.
Hablaron largo rato y dejaron de hacer eso. Cuando les tocaba salir a pasear, hacían un ruido increíble, como si fuese que el cielo se partía en dos. Tenía algo bueno, no se necesitaban fuegos para iluminar, todo parecía de día. Volvieron a tener una conversación, hubo quejas por parte de los animales que deseaban salir por la noche y los amantes no podían hacer el amor ocultados por la luna.
Ante esto decidieron caer en horizontal, posándose en la tierra, resbalando por las montañas y haciendo los valles. Gustó mucho la nueva orografía del lugar y todos se quedaron contentos.
Los rayos ya son mayores y caen de muy distintas maneras, siempre un poco a lo loco, pero solo cuando las nubes les dejan.
Aquí unas imágenes para que veas que esto que digo es totalmente cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.