Un día los rayos andaban jugando como tenían costumbre. Que
si un agujerito por aquí, que si otro por allí… al caer con fuerza punteaban la
tierra y parecía un gran queso. Las nubes se enfadaban con ellos, cuando llovía
el agua se escondía por los agujeros y no había manera de que la tierra aprovechase
la humedad.
Hablaron largo rato y dejaron de hacer eso. Cuando les
tocaba salir a pasear, hacían un ruido increíble, como si fuese que el cielo se
partía en dos. Tenía algo bueno, no se necesitaban fuegos para iluminar, todo parecía
de día. Volvieron a tener una conversación, hubo quejas por parte de los
animales que deseaban salir por la noche y los amantes no podían hacer el amor
ocultados por la luna.
Ante esto decidieron caer en horizontal, posándose en la
tierra, resbalando por las montañas y haciendo los valles. Gustó mucho la nueva
orografía del lugar y todos se quedaron contentos.
Los rayos ya son mayores y caen de muy distintas maneras,
siempre un poco a lo loco, pero solo cuando las nubes les dejan.
Aquí unas imágenes para que veas que esto que digo es
totalmente cierto.
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