miércoles, 12 de septiembre de 2012


Me levanto, hago lo propio y subo a desayunar. Enciendo dos cosas y abro una puerta; el Pc hace ese ruidito gracioso que ya empieza a ser parte de mi canción y siento chiribitas en el estómago. No son las del amor, son las que siente el ludópata cuando se toma algo en un bar y resuenan los “clic clic” de las tragaperras; le doy al café un poco con prisa, ya se ha iluminado la primera cosa que me pide que haga algo hoy… No me lo planteo y comienzo el camino mañanero hacia la información.
Controlo a los amigos en sus cosas, a los que no conozco más que por un seudónimo o entro en la prensa para ver que noticias desnaturalizadas me traen.
Cierto es que una no tiene amigos o conocidos en el poder y eso me enseña solo un lado del cubo, quito los muchos adjetivos que resuenan y me las doy de sustancial, esforzando mi capacidad de discernir, de objetar o de sentir un poco más cercano eso que, en muchas ocasiones, me pilla lejano y ligeramente me roza. Hago como todos, una criba de lo interesante y lo banal, sin tener muy claro que es cada cosa.
A veces tengo la sensación de no estar al tanto de lo que realmente sucede, de tener la casa contaminada con ideas que no son mías y por mucho que intente recopilar datos, todos me suenan a manipulación, de un lado, de otro, siempre me faltan datos y puntos de vista o entender las instrucciones, los componentes.
No es normal que unas personas usen lanzas contra un ser vivo y luego estén apuntados a una ONG; no es propio que un juez no cumpla, no haga cumplir las leyes y mire para otro lado cuando los casos le son familiares. Es imposible que un señor gobierne un país y madrugue para hundirlo; que unos empresarios se froten las manos y decidan que los obreros no son personas o que el sentimiento nacionalista haga tan diferentes a los compatriotas, sin dar pie a otra cosa que no sea que nuestra unión es la única que tiene fuerza. Lo digo, solo veo un lado, una cara, unos posicionamientos que, lo más triste, ya no me chocan, no me parecen innovadores, restauradores de eso que perdimos o que intentamos tener, no veo solidaridad, no siento que las preocupaciones sean reales. Es como jugar a ser mayores y luego irse a la cama exhausto por la jornada sin reflexión, solo buscando el poder levantarse al día siguiente y mirar si el mundo ha cambiado un poquito.
Me temo que la vida global recorta la individual, me parece que no vemos las consecuencias de un decir, un hacer, un suponer y que tanto griterío acaba por ocultar lo que realmente importa. No veo ideas del compartir, repartir y es posible que esas se den en el seno de las familias, los amigos, a diario. Cuentan poco, no son importantes y no hacen que las noticias que nos invaden sean las mejores. Nuestro cachito solo es significativo para nosotros y poniendo un velo no lo haremos mejor. Lo triste es que vivimos en un continuo efecto mariposa donde lo que dice el protagonista de turno hace que tambaleen nuestras vidas y al final quede claro que hasta las mentiras o las verdades decoradas, nos afectan y nos infectan.  

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