La ciencia, si le dejan, no para. Los buenos investigadores
se pasan el día pensando los porqués de todo, poniendo en duda cada atisbo,
cada descubrimiento para luego así ir avanzando; me los imagino pasando un
resultado científico a lo que yo llamo la vida real y con la gran “voz” en la
manifestación de ayer, los veo haciendo estadísticas y suposiciones. Ayer se
reunieron muchos que ya estaban deprimidos con este sistema que no deja de
poner “orden” en todo lo que concierne a su funcionamiento. Ese orden
establecido se llama ley y es como un gran muro donde darte de cabezazos; un
muro viejo, caduco, y en muchos casos sin sentido, pensado para solventar
pequeños problemas que nacen en un momento dado y que se siguen manteniendo
porque no somos capaces de abrir la puerta a otras formas más acordes con la
actualidad, con los deseos de esos que pagan el trabajo de unos pocos. Se nos
olvida que eso que se llama país es un acuerdo de las personas que conviven en
un determinado territorio y contratan a unos pocos para que organicen y
distribuyan la riqueza, de haberla o la pobreza de sentirla.
En los setenta éramos unos deprimidos, contentos por el
cambio, pero de ser cierta esta afirmación científica, estábamos con una
depresión crónica difícil de tratar. El tiempo que está a favor de la
recuperación, en este caso nos alegró la vida como siempre que hay que hacer un
trabajo nuevo, se crea expectación, se expone, se solventan los posibles fallos
y se tira hacia adelante para llegar a buen término en la tarea.
Lo hicimos mal, todo estaba cargado de emociones, así es muy
difícil trabajar, ni tener buenos resultados. Hemos tenido muchas elecciones y
en cada una de ellas escucho cosas similares. Que si con este sistema no
votamos a las personas, que es a un grupo que decide quien se apoltrona y quien
no… Que si hay injusticia a la hora de contar, que en un lugar el voto vale más
y en otros menos... Que si al poco tiempo de ser elegidos, donde dije “digo”
quise decir Diego… Y para cuando el pueblo se da cuenta de esto, es demasiado
tarde. Esa es la ley, la constitución, que nos dice que no se puede cambiar.
Ese es el poder de la mayoría que no deja que nadie hable. Las personas en su afán
por participar hacen escritos y se firman por miles, cientos de miles de
presencias que nunca llegan a ningún puerto, pasan la entrada y se desvanecen en
los intersticios de la norma, de la ley. Hacer las cosas por una vía de la que
se dispone y que es tan incorrecta que parece falsa, es tonto.
No sabemos qué pasa porque cuando esos señores, que no están
deprimidos, si no todo lo contrario, se sienten alegres, fuertes y poderosos, hacen
y deshacen a su criterio, tanto si parece bueno, como si no, se erigen, sobre
todo, en defensores de la ley, de la norma, porque de no ser así tendrían que
estar dando explicaciones a todos en todo momento y eso, no interesa. Se ve que
no les pagamos lo suficiente, que en el sueldo, dar explicaciones al pueblo no
es algo que haya que cumplir. Y nosotros nos vamos estresando cada día un poco
más hasta llegar a una depresión de la que será difícil salir. Nos ocultan datos,
posicionamientos, medidas, formas de hacer… peleamos contra un grupo de oscuros
que hacen y deshacen al amparo de unas normas que no son correctas y lo que es
más triste, no podremos cambiarlas porque se hicieron tan cerradas, tan
contundentemente bloqueadas que pareciese nada puede cambiar.
Estoy aburrida de oír a los que salen del engranaje, les
escucho una y otra vez que las cosas se tendrían que cambiar, pero ellos nada
hicieron cuando dentro estaban. Si esto no es una tomadura de pelo, que venga alguno
de los próceres de la patria y me lo diga. Mienten, falsean, no dicen la verdad
ahí les maten.
¿Tanto cuesta dar explicaciones? ¿Tan alejados están de
nosotros, que no ven que hoy en día, todos estamos conectados? Señores, si hay
que cambiar, se cambia, pero lo hacemos todos, con todas las de la ley, una
nueva, una que realmente nos haga sentir que estamos dentro. Ayer, cuando la
gente gritaba fuera del Congreso, era literal, nosotros, todos, no estamos
dentro, dudamos de su fiabilidad y no es cosa de mandar a sus secuaces a
obligar a la gente a que se calle… no dejaremos de gritar porque los
deprimidos, también gritan. Ahora tengan un poco de cabeza y sientan que están
allí, no por nosotros, por ustedes y por esos que desde fuera intentan gobernar
nuestro país. Tengan la decencia de ir cambiando las leyes; ustedes ya no
representan a la mayoría, pero ellas, las leyes, cuando no son justas, no
sirven para nada. O esto, o esperamos a que unas pastillas calmen al personal y
nos hagan a todos un poco más zombis de lo que somos.
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