miércoles, 5 de septiembre de 2012


El abandono y la desamortización deberían ir de la mano, como si fuesen amantes. El tan desolado, tan sin un querer progresar y ella llena de vida, de regeneración y valentía.
Dejemos que los libros de historia, o los futuros Pdf, nos cuenten una secuencia inesperada, una consecuencia del valdio que nos rodea. Miles de infraestructuras, tanto públicas como privadas se han quedado tristes, huérfanas por el abandono que es primo de una crisis especulativa que no podemos parar. Ensanches que solo anchaban la codicia de los que pensaron que más es mejor; construcciones que van desde inmensos edificios con firma a pabellones donde se imaginaba un comercio inconmensurable; caminos que no conducen a la felicidad, porque nunca lo hicieron, ni en los sueños de los grandes estafadores inmobiliarios.
Hicieron que el entusiasmo tomase un pico y una pala para crecer, nos dejaron el dinero que desapareció tan pronto como llegó al destino. No me boy a plantear quien tiene ese capital que parece un flotador de playa, de tanto como lo hinchan y lo deshinchan, es igual, porque la ciega ley solo pasa sus manos por el que no tiene piernas para salir corriendo. Creo yo que ya es hora de empezar a retomar la vida del pobre.
No tiene porque ser un pozo con el fondo lleno de lodo, aunque esté cubierto por una capa de basura moral que de asco solo el pensar que hay que meter mano en eso. Ya es el tiempo para tomar decisiones populares. Estas moles no son las que nos rodean, somos nosotros los que circulamos a su vera, mirando como cada día que pasa se hacen más y más grietas. No hace falta tener poderes para saber que dentro de no mucho caerán piedra a piedra y lo que es peor, en el olvido. Nadie se hace responsable de las miles de construcciones que en este país no se terminaron. Solo vemos pequeños reportajes, avisos televisivos de cómo los listos desmontan lo poco que de ellos es vendible en los mercadillos de la chatarra.
El gobierno no hace nada por salvar el paisaje de la desidia, no es interesante dar a las gentes la posibilidad de esforzarse a cambio de bienestar. Abogo por una desamortización en toda regla; pedanías, ayuntamientos, diputaciones… señores que pueden hacer que nadie salga perjudicado ¡pónganse las pilas! Hablen con los dueños de estos escombros del futuro y empiecen a recomponer el mal que se hizo. Los ciudadanos están más que aburridos, llorar a todas horas no es bueno, no salva de nada a nadie y hunde en la miseria al más valiente.
Dejen ya de quemar barriadas de chabolas para que unos pocos tengan un bonito campo de golf. Dejen de especular con terrenos que no se cultivaran. Empiecen a proteger al pueblo para cubrir los intereses de unos pocos, esa protección no nos interesa. No se preocupen que las conciencias de los ricos o de la iglesia son de piedra, esa que se ha usado para construir moles qué, de no hacer algo pronto, acabaran en la indigencia. Porque no solo las personas acaban así, también las decisiones que tomaron viven ahora debajo de cartones.
Saquemos a la calle ese espíritu comprometido que tenemos, ese que nos hizo grandes en muchos momentos de la historia y vayamos a reformar, a reutilizar todo eso que si ahora no se cae a pedazos, se caerá. Manos a la obra, nunca mejor dicho, nuestras manos, nuestra ilusión y tomaremos el futuro con otra cara, la de la satisfacción por habernos salvado, aunque sea del aburrimiento.

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