martes, 18 de septiembre de 2012


Hablando de muertos me viene a la cabeza la idea un tanto curiosa que tenía una yaya a la que quería mucho. Curiosa persona con una vida interesante; como las vidas de las personas que saben ver el lado bueno y toman pan con azúcar como el mejor de los pasteles. 
Ella, ya siendo muy mayor, decía que no quería ir al cielo. Su sitio perfecto era el infierno donde se encontraban los que se divierten, los que bailan y fuman, los que no creen que hay un dios que maneje nada. Tenía muy claro que el lugar perfecto era caliente y que allí junto a los artistas era el mejor sitio para el resto de la eternidad. 
Lastima de agnósticos, no tendremos un lugar donde reposar al lado de tan insignes personas. Lo único que tenemos claro es que mientras puedas, vive, haz algo para que cuando te mueras, vivas en el recuerdo de otros, aunque seguramente esto ya no te importará. 
No sé que hay después, pero si sé lo que tengo ahora; lo que me gusta y lo que no, lo que recuerdo y lo que quiero que mis amigos recuerden. 
Sé que no es un dilema. 
De la muerte recuerdo la vida y esto me hace cantar, leer y seguir escribiendo la mía propia. Entre todos, la de todos. 

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