No soy amante de que me etiqueten, ni del
autoetiquetamiento, no me gusta declararme partidaria o detractora de
concreciones, me conozco, sé que mi mente trabaja a descargas y mi parecer es
cambiante al ritmo de una luna, una sensación o un nuevo conocimiento, incluso
un olvido. Por esto le di, porque a veces es bueno escuchar algo que no sea lo
que esperamos. Incluso si pensamos diferente al grupo, el hecho de encontrar
algo que se sale de la norma nos causa desasosiego, muchos años de represión,
otros muchos de pensar poco y la desidia, esa que nos anima al buen gusto de
ser parte de la tribu, pertenecer.
A veces tengo la sensación de que si no tienes arraigos
no eres una persona completa, quitando el valor al apátrida, al ateo que busca
solo un hueco donde aposentarse y agradece la cordialidad.
Escribo lo que pienso que parece una justificación, por
ser está, la de Morán una manera de ver que no deja flores a los que aman de
señalarse con banderas.
Para mí banderas son las señas identificativas que portan
algunos; no salvo las cintas, las marcas a la vista, las medallas, los puntos
que te destacan. Uno se pone banderas para decir a otros lo que es, lo que
piensa... otros no se las pone, se la ponen a la fuerza y esto hace que sea
difícil escapar.
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