"Hay que escuchar a la calle pero obedecer a las
urnas"... Esta es una de las frases que he leído respecto al uso de la
fuerza en la manifestación del día 25, la del Congreso. La que se hizo en la
calle de, a unos metros, no dentro, ni siquiera se llegó a tocar las paredes.
Esa que en un primer momento, según estimaciones eran 6.000 y a vista de pájaro
esos "pocos" lo invadían todo, las cuentas no salían, llegando a la
cifra, seguramente igual de buena de los 900.000.
Los ciudadanos suponemos que con quinientas mil firmas se
puede cambiar lo que haga falta en el gobierno y eso dista mucho de ser real.
Suponiendo que esos quinientos mil firmen como se debe, poniendo todos sus
datos correctamente, se entrega a las autoridades y… y eso se convierte en un
proyecto de ley que no quiere decir que sea aceptado. Puede ser considerado,
pero ¿quién mide la consideración? La prensa, los que informan se encargan de
hacernos saber qué es lo que se supone pasa, pero puede muy bien no pasar,
dentro no están. Ellos, una vez que toman el poder, sobre todo si son mayoría,
se encierran en su bunker y cual dioses intentaran seguir las pautas que se
marcaron o las que marcan según va llegando la situación. No nos enteramos de
la verdad, solo pequeñas dosis entremezcladas con el sentir patrio que no
consuelan a nadie. Organizan, crean, rompen a su antojo, porque son mayoría y
por muchas firmas, por mucha gente que se coloque a las puertas, nadie les
impide hacer lo que quieran.
Ante esto a mí se me ocurren varias cosas que son del todo
lamentables. Recuerdo frases como “Si no votas, no te quejes” y ahora en la
distancia veo que da igual que votes o no, porque el quejido, como pueblo, no
sirve de nada. Ellos, del partido que sea, se dedicaran a seguir un rumbo que
se supone marcaron en esos bonitos papeles, en los carteles, en los discursos
en cada mitin, ellos harán lo que les de la gana. Solo con una consulta donde
todo es electoralista, donde todo anda acompañado de un “os queremos” y que
durará cinco años de nuestras vidas, solo con esto tienen carta blanca para
hacer y deshacer lo que les place. Los que no votamos nos quejamos, los que sí
se quejan, incluso gentes de su misma inclinación política y dejan de ser
representantes de la mayoría para convertirse en actores, directores y
productores de su propia obra de teatro. Unos se sorprenderán por los olvidos,
otros lamentaran los actos, pero es lo mismo, es igual que hagamos
manifestaciones con seis o novecientos, para esta gente lo que el pueblo pensó
en un momento dado, es de obligado cumplimiento, aunque para ellos haya
cambiado como de la noche al día aquello por lo que se les votó, eso que proponían
en sus bonitos panfletos y gritaban con una fuerza desmedida en sus mítines.
Si su justificación ha sido el cambio económico, malos estadistas
son cuando no lo preveían, malísimos políticos cuando no son capaces de explicar
con el mismo tono de voz usado en los mítines estas actuaciones. Fumarse un
puro ha dejado de ser sinónimo de obra concluida, bien concluida, con buenos
resultados, ha pasado a parecer que es un “me reafirmo” soy poderoso y hago lo
que me da la gana… en este caso, meternos a todos en un mercado donde solo
ganan los usureros.
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