jueves, 13 de septiembre de 2012


Hoy es un iPhone, ayer eran unas cómodas zapatillas de correr, antes de ayer el algodón en el Misisipi que tantos buenos recuerdos nos trae…
Es curioso cómo hemos conseguido, como humanos, utilizarnos unos a otros hasta llegar a tener como posesiones, sin aprecio alguno, a otros de nuestra misma condición. Me pongo música de esclavos, Work Songs, esa que era un llorar con ritmo, el blues más triste jamás escuchado; es lo que toca para centrarse en lo que me gustaría decir.
MÚSICA DE ESCLAVOS Y CONVICTOS work songs
¡Qué jodida suerte tengo! Puedo decir, puedo ir o no ir, tengo la posibilidad de consumir o no y sin duda, puedo morir en vida o vivir con algo, no mucha, dignidad. Esto, no lo pueden, ni siquiera pensar, muchos humanos. Nadie piense que son de otra raza, ya lo decía el señor aquel que tantos carteles ha propiciado, todos sangramos lo mismo. Pero yo, tengo agua y tiritas para curar mi herida, ellos no tienen nada.
Veo con desagrado un descaro ante el consumo que a veces raya la perversión. Nos escandalizamos cuando en un documental se nos muestra que para comer un exquisito pate haya que maltratar cruelmente (el maltrato siempre lo es) a un pato y en algunos casos hasta hacemos bandera y dejamos de pensar en nuestro agradable beneficio para pasar a la reprobación pública y no volverlo a comer. Somos así de valientes y de fraternos con los patos. Otra cosa es cuando se dice, se muestra con un similar documental el maltrato a otros de nuestra especie, que son parte de las posesiones de los grandes empresarios que nos ofertan artículos que, en muchos casos, no necesitamos para nada. Miramos las noticias, vemos las pruebas y a lo mejor da para una charla en el bar, pero no mucho más. Es curioso que estas cosas que vemos, que se nos muestran, aun siendo mil veces más graves que las de los patos, nos parecen rumores, peleas entre las marcas para desprestigiarse unos a otros, no son fiables en nuestro contexto, el consumir.
Vimos como los de Ikea explotan a los pequeños empresarios orientales, pero no importa porque son bonitos sus muebles; supimos que las firmas deportivas usan de niños para sacar las prendas a mejores precios, y aun así no hay nada como el último modelo de Adidas u otras marcas. Sabemos que hay unos cuantos minerales que son extraídos en condiciones terribles, sin la más mínima seguridad para el desgraciado que a mano rasca la tierra; pero me puedo poner un anillo precioso que dirá a todos lo exquisita que soy. En la telaraña de las tecnologías nos hacemos eco de cómo se llevan millones de toneladas de desperdicio, de esas mismas, a distintos lugares, en Oriente casi siempre, donde dormitan en escombreras soltando todo tipo de venenos que de a poco las gentes del lugar van salvando a costa de su salud. El siguiente paso es salir una mañana al mundo y gritar: ¡Tengo un teléfono cojonudo!  Y mandar doscientos mensajes para que nuestros amigos sepan lo poderosos que somos por haber conseguido esto.
Lo conseguimos, por fin somos un planeta que tiene claras las cosas. Hemos aprendido a sopesar lo que nos interesa y la esclavitud de los demás, la que con su vida hace posible que tengamos estos consumibles, nos resbala o se coloca tan atrás que se pierde. Y es normal, ellos, los que se hacen cada día más y más ricos a costa de muchos, con un poder impresionante del que no se puede hablar, ellos han inventado los valores por los que debemos vivir. Los unos siendo buenos esclavos, los otros siendo buenos clientes, sin darnos cuenta de que en un lado u otro el tema es similar, solo que nosotros hemos tenido suerte de nacer en este punto intermedio, donde la maldad pasa casi desapercibida, lo importante es tener el ultimo iPhone para que nuestro orgullo florezca. Nos ha de durar tres meses, demostrado, porque alguno sacará otro aparato más caro y con mejores prestaciones; sin problemas, cada día hay más esclavos que cantan al son de una canción que pide a dios que pare esa agonía. Que no se quejen, comen todos los días… (Esto lo voy a poner en un wasap para que mis amigos sepan que a mí también me resbala). 

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