“Tu tenias mucha razón, le hago caso al corazón y me muero
por volver…”
Quiero volver a sentirme bien, quiero volver a no tener
preocupaciones impropias de un ciudadano normal. Quiero estar como estábamos,
con un futuro esperanzador, lo perdimos, lo machacamos entre piedras de
realidad que no solucionan problemas. Sé que no soy un indicador de nada, que
no tengo voz, ni voto en esas decisiones que harán de la vida de todos un asco
más que añadir a nuestra miseria, lo sé. Pero me gustaría pensar que bien puedo
compartir un poco de “luz de animadora profesional” que lo soy, aunque no lo
parezca. A mí también me reconcome la situación, me lastima este momento en que
veo que la mayoría tiembla, por ellos, por los suyos, todos andamos tocados por
una situación crítica en la que se nos culpa, como si eso fuese a arreglar
algo. Es fácil culpar, buscar un chivo a quien lanzar cosas peores que piedras,
lanzar miedos, inseguridades, odios, revanchas… eso mata lentamente cualquier ilusión
por vivir. Nos culpan de haber buscado la felicidad en el capital, ¿y? ¿Qué
problema era este? Nos embargamos en casas, coches y viajes, pero también en
conocimientos, que a todos nos gustaba ir al último estreno de tal obra de
teatro o comprar todos los best sellers que salían a cada poco. Nos gustaba
mandar a los hijos a la universidad y decirles que con suerte podían acceder a
esos trabajos que, no eran de funcionarios, eran de gestores, científicos,
directivos, esos que ganaban más que un diputado; y si no, a trabajar de obrero,
que esto no faltaba. Pensamos que a nadie se le hacía dolor el que en nuestras
mesas hubiese jamón del bueno, que siguiésemos las indicaciones sobre lo que es
saludable, que curiosamente siempre es mucho más caro que lo que no lo es. Nos
gustaba hacer pomposos viajes y algo debimos aprender que no todos fueron a la Riviera
Maya con barra libre. Quiero volver a ver a la gente feliz; a nuestros viejos
encantados porque podían hacer mil viajes con el Inserso, que ellos sí que
notaron el cambio, por fin una sociedad se preocupaba por su bienestar y cuando
te traían los nietos a casa llevaban en la bolsita la entrada para el circo, el
cine o el zoo. Todos teníamos la sensación de que el estado había llegado al
punto de servirnos, aunque por el camino se estuviesen escapando millones vía
sinvergüenzas, que siempre los hubo pero ahora, ahora parecía que robaban a entes
que no éramos nosotros.
Me paso los días viendo mensajes de apoyo a los que ya no
pueden más y sé que son de aquellos que tampoco pueden mucho. Hay gentes que no
quieren volver, nunca se fueron y para ellos, nada ha cambiado. No nos
engañemos, los cambios a mejor no se hicieron con los gobiernos anteriores, se
hicieron porque el mundo avanzaba y no quería volver. Se hicieron a costa de
grandes pérdidas que no salían en los telediarios, de a pocos. Perdimos el
respeto y el conocimiento de la tierra, les compramos grandes tractores a los
agricultores, les pusimos antenas para la televisión e incluso GPS para las ovejas,
pero no porque ellos mereciesen mejorar, se hizo porque las grandes empresas debían
hacer que se produjese más. Para amar la tierra, el del campo, pero para
explotarla un buen laboratorio con semillas infectadas.
Los manufactureros desaparecieron ¿Quién no quiere una buena
máquina que haga el trabajo duro o la rutina? Y se implantaron mil modos de producción,
incluso contando con las manos pequeñas de mujeres y niños de otros países que,
por esta vez, no les tocaba ser ganadores del bienestar.
No digo nada nuevo, no muevo ninguna conciencia y nada
saldrá de esto… ¿para qué ver lo que hicimos mal? Por aquello de no volver…
¿volver?
Me da la sensación de que hay un grupo que quiere que regresemos
a la época de la trilla con mula, a la de los obreros que roscaban a mano las
piezas o a la de la incultura. Señores, es imposible! Ahora cualquiera puede
aprender lo que necesite saber, todo está en los libros y en Youtuve y nada se
nos escapa. No seremos los que más gastan, pero seremos los que más apañan. Ya
no se remienda, se reutiliza la prenda vieja para poder seguir usándola, ahora
se customiza y no es de pobres. Comer solo verduras de temporada, no es de
tristes, es sano. Ser comedido en las compras, no es de rácanos, es de
conscientes. Me gusta este volver. Volveremos a ser lo que siempre fuimos,
gentes que no necesitan etiquetas de VIP para organizar una merienda en el
portal. Porque a esas llegamos, a retomar las viejas costumbres caseras que a
otros, los viejos les hacían la vida feliz. Ahora todos tenemos que ser niños
con cajas de cartón que se lo pasan mejor que con juguetes electrónicos… A los
que no lo vivieron, decirles lo entretenido que es inventar, restaurar,
recomponer y llamar al que sabe, en vez de tirarlo a la basura.
La vida se compone de pequeñas cosas que la hacen grande; lo
que recordemos bien puede ser el inicio a un volver lleno de posibilidades.
Compartir, lucirnos como personas, eso es lo que cuenta, lo demás son adornos
que no dejan ver el bosque. Me muero por volver a ver una España feliz.
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