sábado, 16 de junio de 2012


Me gusta esto de internet a pesar de las mentiras. Y es que nos hemos acostumbrado a buscar la información de esta manera y sin duda es, en la mayoría de los casos, fiable y rápida, o eso pensamos. Esto se parece mucho a la sociedad y da pie a hacer una de esas analogías que tanto me gustan, que en mi caso y por mi edad no son ya sino parábolas en una obsoleta biblia personal. Venimos a la red a buscar información, es posible que ya estemos viciados y solo miremos Google; ponemos una palabra, incluso las primeras letras y el gran “googolplex” hace el resto por nosotros, nos termina la palabra e incluso nos ofrece diferentes posibilidades a lo que teníamos en la cabeza. Joder! Que intuitivo es este trasto! En esas ya capta nuestra atención sacando un número proporcional a la cantidad de cosas que en un momento dado hablan de eso que buscamos. Proporcional a la estupidez humana, sin duda. Hace unos años me gustaba más, ponías por ejemplo la palabra: zapato, en el buscador y salían veinte mil entradas que contenían esta palabra (hablo de hace muchos años) y era muy divertido porque ya en la segunda página te nostraban razonables concordancias con zapato, sobre todo porque se tiraban al sexo puro y duro; si se te ocurría abrir una de aquellas, te pasabas mucho rato, no era que nos gustase esta nueva manera de ver sexo, más que nada era porque buscabas que coña tenía que ver aquella señora de tetas enormes que te ofrecía sus servicios con un simple, amable y natural zapato, que era lo que buscabas.
Ahora me temo es peor. Seguramente hay una muy buena información sobre los zapatos, con todo tipo de detalles, en todas y cada una de sus variantes, todos los fabricantes y modelos, incluso algunos clips donde ver hasta como lo hacen… y sexo con zapatos, seguro, pero en la mayoría de los casos no son muy fiables. En una cosa tan simple los hay que presumen de ser inventores, los que se animan a ser descubridores, los que inventaron la palabra o los que la encontraron en las cuevas más profundas de la Atlántida. A estas alturas ya tienes tus dos, tres páginas preferentes que te dicen lo que quieres saber. Tiras mano de la insoportable levedad del ser Wikipedia. A poco que seas curioso has dado con algunas entradas que poco dicen la verdad, bien porque conoces el percal, bien porque quisiste no quedarte con la primera opción; pero da igual, ya estás arto de ver que de algunas cosas absolutamente tontas se varía como del blanco al negro y pasas de todo.
La bola empieza a crecer y se instala. Que si aquel dijo esto, que si el otro aquello, que si esto está totalmente aceptado por la comunidad científica de dos… si es que nos hemos dejado llevar y estamos almacenando, no ya definiciones, conocimientos, estamos almacenando la aceptación de que en esas cuatro o cinco primeras entradas que nos ofrece el Google ese, son ciertas y van a misa. Como no tenemos que almacenar la información recibida ¿para qué? No la procesamos y si por una de aquellas se nos queda algo, que solo vale para cuando quieres hacer un crucigrama o participar desde casa en un concurso de la tele… no dudas en que pueda estar mal y no ser cierto lo que dices. Por otro lado está el tema de la ciencia que no para de cambiar y crecer, claro que para esto ya tenemos esos benditos mails que nos mandan los amigos o ponemos en los muros de Facebook, con el debido enlace a la verdad más absoluta.
Ya no pensamos, ya no tenemos necesidad de racionalizar la información, lo dejamos en manos de otros que a lo mejor también buscan en Google sus datos y puede ser que se pasen el rato mirando zapatos con tacones de sexo gratis. 

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