sábado, 23 de junio de 2012


Llega el verano y es sinónimo de sol, relax, alegría, fiestas y PETARDOS. Es fácil de que esto no ocurra en otros lugares, lo de los petardos, pero aquí en esta zona mediterránea mía es algo que gusta a muchos. Cuando llegué a principios de los ochenta estos ruidos ensordecedores, que asustan, me sentaban realmente mal. Era para mi buen funcionar un susto que me dejaba con el corazón latiendo exagerado un buen rato y mis oídos resentidos otro tanto. En un local que se usaba para la fiesta leí un pequeño cartelito que tenían en la puerta: LA PÓLVORA ES MÚSICA PARA LOS VALENCIANOS. Como ves lo recuerdo como si lo tuviese delante y es que después de tantos años estos desagradables ritos me siguen molestando. Es cierto que cada año se escucha menos bronca y se agradece, pero me sigue pareciendo algo fuera de lo normal que esto sea acompañante del pasarlo bien o el celebrar.
Me gusta que la gente esté contenta, que ganen los suyos pero cada vez que esto ocurre tiran cohetes y con ello no solo yo pierdo mi tranquilidad, los perros se duelen, los pájaros salen corriendo despistados, como si perdiesen el norte. Como es un ataque a la tranquilidad me hace pensar ¿qué culpa tenemos los tranquilos?
Que es rito festero, lo veo, pero no lo entiendo. Que les encante a los chiquillos jugar con estas cosas… puedo comprenderlo, porque los nanos disfrutan con cosas que los adultos podemos hasta detestar, pero además de esto dar cursillos de cómo hacerlo… me parece impresentable.
En el año 85 creo, bajaba a la plaza del ayuntamiento, a eso de las cuatro de la tarde en plenas fiestas, con mi chiquillo que por estos años tenía unos tres o cuatro. Al entrar en los primeros arcos de la avenida vemos unos metros más adelante, justamente en el local donde había leído aquel cartel, un grupo de muchachos con la lógica algarabía, seguramente después de una buena comida. No habíamos andado cinco pasos cuando sonó un estruendo espantoso y seguido de esto los gritos de aquellos chicos. Vi que algo grave había pasado porque alguno venía hacia nosotros corriendo y llorando; paré más que nada por el crío que no se asustara con aquello y en unos minutos ya estaba la policía municipal. Relacioné enseguida que podía haber pasado, jugaban con petardos… Al poco ya no quedaba gente en el sitio y decidí seguir hacia la plaza. Ya sé que alguno se está imaginando que el camino conducía a algo desagradable y lo fue. Lo pensaba mientras avanzaba pero también pensé que debía enseñar al chiquillo, si la cosa no era demasiado terrible, lo que podía pasar con esos malditos juguetes. Cuando llegamos a la altura aun se veían trocitos de mano por todas partes. Los pequeño huesitos que la forman pegados en el techo, sangre… Mi hijo me miraba asustado. Pregunté a dos chicas que no paraban de llorar y contaron que el muchacho tenía una bolsa de petardos en una mano y al hacer estallar uno estalló toda la bolsa, que había perdido la derecha. El nano me miraba serio y en la desgracia supe que él no jugaría con pólvora, ahora sabía qué puede pasar.
Diréis que soy un poco bruta, pero conozco al que perdió la mano y sé que a lo mejor si su madre le hubiese enseñado de esta manera tan cruda las consecuencias de jugar con estas cosas, a lo mejor ahora estaría entero. Suena duro pero a veces hay lecciones que con unos minutos son más que suficiente para aprender.
Lo que no entiendo es cómo se puede dar clases para enseñar a los chiquillos a manejarse con este tipo de cosas. No es un aprender a manejar los cuchillos de cocina, que a lo mejor esto les venía bien para la vida diaria, no. Es seguir con el abuso del ruido para todos, con el peligro y con un complemento de fiesta que no hace ninguna falta. Hay países en los que esto no se hace nunca y no pasa nada, todos se divierten estupendamente pero no molestan tanto. Conozco casos de sorderas por ello, grandes quemados y… ¿será que también hace falta que den cursillos para ver cómo nos protegemos de esto? Yo respeto las fiestas populares… pero ellas no me respetan a mí.

CLASES PARA TIRAR PETARDOS... casi locos, mucho.

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