jueves, 14 de junio de 2012


Entre aguas anda el tema, duchas de piscina, para ser más exactos. Esas en las que las chicas nos aclaramos después de una hora de largos interminables y pensamientos mojados. Al contrario de lo que los chicos puedan pensar, las duchas no son ese maravilloso lugar donde la niñas nos enjabonamos unas a otras, donde cuerpos de ninfas juegan al “tetoco”, nada más cercano y lejano a la vez. Aprovecho los vestuarios para lo que hago siempre que bajo al mundo real, sondear. Intento saber de los pareceres de la gente cuando no están sentados delante de un Pc y la proximidad de otro cuerpo les hace sentirse arropados. Hablamos del bien y del mal, de la vida en general y de los tiempos que corren.
Hoy hablando con otro chochito me he dado cuenta del por qué en este país no sale el pueblo a la calle y liquida el tema con la guillotina del desprecio y la cárcel a todos esos que han hecho de este lugar lo que ahora mismo es. He podido darme cuenta de que, no solo ella, muchas otras personas creen, como cierto e irrevocable, que son superiores, que merecen lo que tienen y mucho más. Son esas personas que se dicen intelectuales con estudios universitario y en casos, además, poseedores de una plaza como funcionarios. Ese grupo que distingue a las personas por los años de estudio, como si los demás, los que trabajaron desde muy jóvenes, estuviesen de fiesta continúa. Hoy rebasaba el vaso el tema porque no es la primera vez y seguramente no será la última en la que me encuentro metida en una discusión tan imbécil.
Ellos, los que se creen con derecho de pernada en esta sociedad son los que hacen posible que personas como nuestros políticos gobiernen. Olvidense de que en algún momento los llamados “masa, pueblo, obrero o parias” tuvieron algo que ver en este descontrol. Ellos han estudiado y los demás permiten que campen a sus anchas porque desde muy niños nos lo dejaban bien claro: “Qué quieres ser un desgraciado o estudiar y que te respeten?” con lo que quedaba trasparente que los que no tienen estudios no son “de respetar”, ni podrán ser felices por mucho que lo intenten. Por otro lado la diferencia entre ellos y los demás no solo es eso, es también el maldito dinero que todo lo controla. Por esto cuando los tiempos fueron propicios y se pagaba el trabajo del desgraciado, empezaron a temblar, el dinero es lo único que nos puede acercar. Había que controlar esto y vaya que lo controlaron, incluso con daños colaterales, dado que siempre hay unos que son más ricos y más listos.
La pobre mujer defendía la diferencia a toalla y espada, insistiendo en que un “mierda de conductor de autobús (esta gente no dice autobusero)” (textual) no tenía ni la categoría, ni el derecho que habían adquirido los que se pasaron años estudiando una carrera, Y comparaba al cirujano con este pobre mierda. Ante mi insistencia en que ambos bien podían dejarse la piel en sus trabajos y que cada uno era merecedor de estima y valía, ella me instaba a que le dijese al chofer que me operase. A lo que le contestaba que yo no dejaría en manos del cirujano 50 niños para ir de excursión. Luego de unos cuantos insultos de esos que son peores que las palabras en sí, me he ido dando un portazo a la cortina.
Ya no es que le echemos la culpa al emigrante, también al vecino de toda la vida. ¿Lo siguiente?
Ahora lo tengo claro. No se hará nada de nada hasta que realmente nos demos cuenta de que estamos todos en este barco montados, que el iceberg ya nos lo han metido y vale tanto el último de los grumetes como el capitán. Ese sentirse especial por haber nacido aquí o allí, por tener esta u otra familia o haber estudiado en vez de ser un “desgraciado” que solo sabe bien, muy bien de lo suyo a base del aprendizaje profesional (como todos), eso, eso nos está hundiendo. Mientras sigamos siendo los que donan, las buenas personas que están al otro lado… qué la empatía, señores, tiene dos caras. La del que se pone en el lugar del otro… del otro que está jodido, mientras tú, te lo puedes permitir.
Recomendación del día: Empieza a guardar para cuando no haya porque me temo que al paso que vamos andamos uno y retrocedemos tres. Y esto que veo, me acojona.

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