miércoles, 24 de octubre de 2012


Hoy estaba mirando el muro y he visto una fotografía de Matisse en su cama. A pesar de la enfermedad el artista seguía trabajando, modelando una figura. Y me ha dado por pensar en lo poco conscientes que somos en cuanto a lo que nos rodea. He pensado que hay una necesidad que no se nombra, a la que no se le da la debida importancia y a mi entender la tiene, mucho. Es el sustento de la mirada, eso que conforma lo que nos rodea para hacernos la vida más atractiva, incluso más llevadera en muchos casos.
Veo al pobre artista en una gran cama rodeado de cosas que le acompañan y pienso en las cosas qué, de estar en mi cama, me han de acompañar. Es cierto que por una lógica sencilla tengo libros, muchos libros haciendo una buena columna, algunos los he leído, la mayoría, pero no me importaría volver a leerlos, sobre todo porque mi memoria tiene esa facultad, el olvido, y es incansable. Algunos recuerdos de personas también acompañan mis sueños, como si fuesen esos angelitos que rezábamos de niños. Los miro y me transportan al amigo que se fue, al familiar que en un arranque de posteridad quiso que yo tuviese esa pieza o la maquina donde las haya, la radio que siempre tiene pilas, siempre está a punto de ser un salvamento en caso de no tener otro modo de comunicación, unilateral, con el exterior (es que soy muy alarmista). Miro el resto de la casa y es más o menos igual, de tal modo que de encontrarme confinada en ella podría seguir regodeándome en el sentir de que las cosas me muestran lo que fui o lo que soy y me gusta.
No he entrado en muchas casas de otras personas, las justas, las de algunos amigos o familiares y poco más; las que me muestran en la televisión que siempre parecen estén preparadas para vendernos muebles o el inmueble y a pesar de estar llenas de cosas, todo parece recién comprado, listo para, solo, causar una buena impresión en cámara. Veo la importancia que pueden darle a un mueble, más que al contenido del mismo y no como un simple portador de eso que nos hace ser nosotros. Otros suelen tener suerte y esos, los muebles son parte de ellos, de las veces que pasaron de mano en mano, perdiendo la facultad de ser mobiliario para ser órgano en una casa. Hay gente que decora su vivienda como si fuesen cirujanos plásticos, tapadores de defectos y carencias, como si todo es perceptible de ser cambiado en cualquier momento y por mucho color que le pongan, aquello sigue demasiado aséptico. Otros por el contrario a la hora de decorar se sienten médicos de cabecera que protegen, cuidan en extremo que todo esté bien, pero sin perder la necesidad que da el uso y hacen que el corazón de una casa sea un conjunto, un lugar donde sentir el latido de las personas que allí viven. Por esto creo que es muy importante rodearse de aquello que nos hace ser felices; los recuerdos, los deseos, las estancias, los paseos que dimos… todo eso somos nosotros y de vernos postrados en cama, al mirar a nuestro alrededor veremos las salpicaduras de nuestra vida. 

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