Hoy estaba mirando el muro y he visto una fotografía de
Matisse en su cama. A pesar de la enfermedad el artista seguía trabajando, modelando
una figura. Y me ha dado por pensar en lo poco conscientes que somos en cuanto
a lo que nos rodea. He pensado que hay una necesidad que no se nombra, a la que
no se le da la debida importancia y a mi entender la tiene, mucho. Es el
sustento de la mirada, eso que conforma lo que nos rodea para hacernos la vida
más atractiva, incluso más llevadera en muchos casos.
Veo al pobre artista en una gran cama rodeado de cosas que
le acompañan y pienso en las cosas qué, de estar en mi cama, me han de
acompañar. Es cierto que por una lógica sencilla tengo libros, muchos libros
haciendo una buena columna, algunos los he leído, la mayoría, pero no me
importaría volver a leerlos, sobre todo porque mi memoria tiene esa facultad,
el olvido, y es incansable. Algunos recuerdos de personas también acompañan mis
sueños, como si fuesen esos angelitos que rezábamos de niños. Los miro y me
transportan al amigo que se fue, al familiar que en un arranque de posteridad
quiso que yo tuviese esa pieza o la maquina donde las haya, la radio que
siempre tiene pilas, siempre está a punto de ser un salvamento en caso de no
tener otro modo de comunicación, unilateral, con el exterior (es que soy muy
alarmista). Miro el resto de la casa y es más o menos igual, de tal modo que de
encontrarme confinada en ella podría seguir regodeándome en el sentir de que
las cosas me muestran lo que fui o lo que soy y me gusta.
No he entrado en muchas casas de otras personas, las justas,
las de algunos amigos o familiares y poco más; las que me muestran en la televisión
que siempre parecen estén preparadas para vendernos muebles o el inmueble y a
pesar de estar llenas de cosas, todo parece recién comprado, listo para, solo,
causar una buena impresión en cámara. Veo la importancia que pueden darle a un
mueble, más que al contenido del mismo y no como un simple portador de eso que
nos hace ser nosotros. Otros suelen tener suerte y esos, los muebles son parte
de ellos, de las veces que pasaron de mano en mano, perdiendo la facultad de
ser mobiliario para ser órgano en una casa. Hay gente que decora su vivienda
como si fuesen cirujanos plásticos, tapadores de defectos y carencias, como si
todo es perceptible de ser cambiado en cualquier momento y por mucho color que
le pongan, aquello sigue demasiado aséptico. Otros por el contrario a la hora
de decorar se sienten médicos de cabecera que protegen, cuidan en extremo que
todo esté bien, pero sin perder la necesidad que da el uso y hacen que el
corazón de una casa sea un conjunto, un lugar donde sentir el latido de las
personas que allí viven. Por esto creo que es muy importante rodearse de
aquello que nos hace ser felices; los recuerdos, los deseos, las estancias, los
paseos que dimos… todo eso somos nosotros y de vernos postrados en cama, al
mirar a nuestro alrededor veremos las salpicaduras de nuestra vida.
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