martes, 6 de noviembre de 2012


Estaba pensando que no tengo una bandera propia, ni siquiera me cabe el recurso de usar un pañuelo blanco a modo de aviso si voy a una urgencia al hospital, ya no se lleva, nadie se apartaría y me dejaría paso como se hacía antes. Y es que una bandera es un aviso, "¡Aquí estoy y defiendo esto!" o lo de la urgencia. También el peligro se delimita, la atención, incluso el lenguaje ese que a fuerza de colorines recortados los marinos usan para comunicarse. También el mundo sexo tiene sus pañuelos banderas, que denotan tendencias y gustos.
Antes, en los tiempos oscuros para la libertad, todo lo usábamos a modo de; un jersey verde no dice nada, pero si era el momento de la famosa Marcha marroquí, era una bandera boba, un pañuelo blanco en la cabeza significaba un apoyo a las abuelas de la Plaza de Mayo y un conjunto casi deportivo era la bandera que te apuntaba a ir a una mani y estar preparado para correr. Siempre llevamos banderas que nos identifican, incluso yo con mis flores pintadas en los zapatos estaba ondeando un tipo de vida que los demás desconocían y en la pregunta soltaba el mejor de los himnos.
Ya había banderas cuando se pensó en esto para servicio higiénico, fue Ricardo II de Inglaterra el que tuvo la feliz idea, aunque imagino se usaban pedazos de tela solo por inercia.
No me gustan las banderas institucionales, son cambiantes más que ondeantes y según sea el momento estarán más en manos de unos o de otros y serán reverenciadas, siendo solo un símbolo, un trapo que habla. Los oprimidos la sacan para reivindicar, los orgullosos para demostrar poder y el que llega a la cumbre para salir en la foto y dejar el mensaje… no me gustan las banderas. Unen tanto como desunen y puede ser, un trapo, la muerte, que se hace bando y todas las partes se convierten en enemigos. Sé que parecen necesarias, pero no son nada y a veces, siendo grandes, ocultan la realidad de los que están debajo. Dirán: “Esa es la imagen que vale más que mil palabras” sin ser cierto del todo, esa es la imagen que tapa mil palabras y que solo con verla no puedo entender.
Las palabras, esas sí que valen como miles de banderas ondeantes que decorasen un campo seco. Las palabras dicen y se pueden enarbolar, cantar o soltar al viento.
Se ha liado una buena por una canción de Sabina, el gran Sabina ¿recuerdan? Que nos dieron las diez, las once, las doce y la una… escuchando la buena poesía cotidiana de este autor. Un día pensó en que una bandera sola no sirve para nada y un himno sin letra no te empuja a ninguna parte e hizo uno. Nadie aprobó la moción, ni para bien, ni para mal y ahora que alguien hace lo propio y lo expande, los oídos se revuelven. No lo entiendo, o sí, que ese es el camino de la poesía, ser un marcador, un aviso como un pañuelo blanco de variadas muestras, que no es rendición sino tregua.
http://www.publico.es/espana/444947/sabina-cede-a-ciutadans-su-propuesta-de-letra-para-el-himno
Aquí un botón para los que han olvidado lo que es ser poeta.

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