¡Buenos días, mundo!
Oigo el mar desde aquí (no es el mar es un camión por la
carretera); hace sol y estoy a punto de usar una de las máquinas infernales que
me rodean, el aspirador.
Es curioso, siempre que lo uso, acabo revolviendo la bolsa
donde se deposita la porquería a ver si en una de esas se ha llevado algo
interesante. Un día absorbió un pequeño caracol que tenía adoptado en el balcón
y el pobre murió del susto. Y es que es una máquina virulenta que hace un ruido
estruendoso. Sé que el suelo echa de menos una buena mujer que escoba en mano
lo acaricie, incluso canturree una y otra vez esa canción de la que solo sabe
la primera estrofa.
La bicha eléctrica conoce lo que es un perro peludo, que en
esta época del año hace lo que es propio y va dejando caer hojas-pelos por
todas partes. No es un otoño propiamente dicho, hace sol y no hay trazas de que
el frío salga de su madriguera. Me gusta, odio el frio.
A veces pienso el suelo de alguna manera está triste, antes
me caía más y mejor. Podía acabar con las rodillas rojas o un buen moratón en
la pantorrilla y sentir que soy una patosa feliz. Me hago mayor y no quiero
caerme, no sea que en una de esas me rompa algo y no pueda ir al hospital. Cada
día se hace más complicado esto, ponen trabas por todas partes y pareciese que
estar enfermo, accidentado, es una molestia que un ciudadano no debe producir.
No es como antes que podías ir atolondrado por la vida, sintiendo que de pasar
algo había un recurso al que acudir. Pensé que mis abuelos, mis padres, incluso
yo, con nuestros pagos, eso que se nos descontaba del salario, habíamos ido
creando un estado del bienestar para poder andar con la seguridad de que nada
es irremediable, aunque lo fuese.
Estos días se ha celebrado por los difuntos y sé que nunca jamás
ha habido un tiempo en que ellos se removiesen en sus tumbas pensando en que
toda esa contribución se nos ha ido de las manos. Se ha escapado al control del
ciudadano. Ahora no son rentables. ¿Desde cuando una enfermedad es rentable? Hablan
de eso como si de un complejo comercial se tratase y olvidan que es un recurso
de los inevitables para la mayoría de la población.
Los venden (los hospitales) y ya salieron ofertas de gente
sin escrúpulos que les daría igual comprar un polígono industrial. Pienso que algo
falla; si no es viable económicamente ¿Cómo es que hay tantos levantando el
dedo porque lo quieren? ¿Serán idiotas estos capitalistas?
Esto no es como dejar de ir al gimnasio por no poder pagar a
final de mes, esto es como cortar el agua de la casa y seguir con chacha en
casa. Ellos, ese gobierno que está permitiendo que perdamos eso que es nuestro,
por herencia y por trabajo, son nuestro servicio domestico al que le pusimos un
palacio para vivir, les dimos coche y chófer pagamos en exceso y encima nos
sisa. Hubo un tiempo que eran eso, chicos para todo y con los años se ha
convertido en el ama de llaves de nuestras vidas, encargándose de todo lo que
es referente, tanto se ha excedido que hemos terminado como en la mejor de las
novelas, donde el protagonista empieza como amo y señor y al final el mayordomo
se hace dueño y asesino. Esta novela no acaba bien, o reescribimos un final
feliz o perderemos la salud, que no se arregla con un poco de sol y una
aspiradora ruidosa.
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