Ayer, el día del libro ese, me lancé a una cosa que me
parece estupenda, por lo de sorpresiva y generosa que me parece, hice un
bookcrossing, o sea, liberé un libro en la calle. Tres, en este caso preparé
tres tomos, uno en valenciano y dos en castellano.
No considero que los he liberado, puesto que en lo profundo
de mi ser, allá donde tengo recolocada el alma de acaparadora, hay un instinto
grabado que me dice que nada me pertenece, ni objetos, ni personas, ni siquiera
eso que considero míos, los pensamientos y que cualquier día haciendo guiños a
una senectud puede ser que me abandonen a mi suerte y se pierdan en otros
derroteros o se escondan, incluso puede ser que queden liberados, como los
libros.
Hice lo propio, puse una hora con el mensaje: REGALO! Este
libro es un regalo. Tómalo si te gusta y luego, si lo deseas, pásalo a otro
para su disfrute. Un saludo.
Acomodé la hoja y lo empaqueté bien con plástico
transparente.
El primer intento.
Me fui a la playa esa que de sobra conocéis, esa pequeñita
con el puerto pesquero en frente y que las gaviotas usan para sus juegos. Por
la linde, que es carretera y paseo, circulan muchas personas de esas amantes
del andar. Le dije adiós, nos despedimos y en una de las rocas lo dejé a la
vista.
Tengo que reconocer que mi curiosidad me puede y me quedé a
cierta distancia viendo los que pasaban, esperando reconocer a la persona que
por un momento le tocó un poco de suerte y se iba a encontrar un libro.
Hubo gente que pasó sin mirar, otros al primer vistazo
retrocedían, pero no lo cogían, siguieron su camino. Nada. Ante esta sensación
de que los andadores no leen nada encontrado, lo volví a coger y me fui a otro
paseo, digamos, más tranquilo. Lo dejé en un bonito seto con forma de altar de
esos donde bien hubiese estado una virgen. Y... nada. Lo miraban, leían lo de
"regalo" y nada. Allí lo dejé pensando que la persona adecuada
llegaría más tarde que temprano.
Con los otros dos no me quise arriesgar y como tenía que ir
al supermercado, allí que los dejé. Puede ser que alguien se lo encontrase
entre frutas y se sintiese feliz... o quizás las buenas trabajadoras y a las
mal dadas, alguno de los que frecuentan los contenedores podía comer algo
diferente, algo que no engorda el cuerpo, pero sí la mente.
Volveré a liberar otros libros, intentaré captar esa
expresión de sorpresa de alguien que se encuentra un libro en la calle o en un
supermercado. Puede ser que la historia no le guste, pero seguro, por un
momento siente que hay alguien que no tiene apego a las cosas y esto será
también un poco parte de ella.
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