Esto que voy contar, esto que me ha pasado hoy es algo realmente excepcional.
Hay personas que se mueren sin que nunca en su vida, por muy
larga que haya sido, les ha pasado. No es que no lo intentasen, en esto todos
tienen empeño, pero luego, la vida te da marisco y te quita los dientes, el
limón o la mayonesa. Y es triste de contar.
Pasa algo curioso, se puede heredar esto, y nos lo quedamos,
pero sin saber bien que es una herencia envenenada. Una vivencia por terminar y
una carga para el resto de nuestra vida.
Hoy, a día 18 de abril del año de gracia (qué no tiene
ninguna, porque ni encaja con un "...te la ínco") 2013, he podido ver
realizado un interés.
Todos una vez en la vida hemos comprado alguna cosa de esas
que tienen una etiqueta invisible: NECESIDAD. Unos tornillos singulares, un
junquillo, una herramienta curiosa, unas arandelas, una prenda rara y/o étnica,
una medalla de santo, una bolsa enorme del tamaño de un sofá... cosas todas que
tienes en la cabeza lo útiles que son, y en el corazón, lo necesarias. No hay
publicidad que te anime, tú solo ya tienes bastante con tus propias cavilaciones
para ver que eso es precisamente lo que no puede faltar en tu casa y por ende
en tu vida.
Me he levantado normal, avergonzada por la hora y las pocas
ganas, y en una de esas nos pusimos a la resolución de un tema. No era intrascendente esto lo hemos notado porque aun teníamos una semana para ir dejándolo
de lado. Pero nos animamos y tiramos mano de los pertrechos necesarios para
poder llevarla a cabo. Al principio todo parecía que se podía solventar con lo
puesto, pero nada más lejos, hacía falta un complemento.
Mi cabeza no para, rula a su bola, pero sin detenerse y ha
recordado que en no sé qué lugar estaba esa cosa que compré hace cinco años,
sí, hace, más o menos mil ochocientos días; sabía bien donde andaba porque el
tamaño no permitía su escondite y tenemos un montón de anécdotas para contar de
las veces que nos tropezamos con eso, o las que hubo discusiones para deshacernos
de la apreciada pieza. He dicho "apreciada" y es un poco exagerar, de
tanto verla por medio, es casi como un familiar. Igual que las tuercas esas en
la caja de herramientas que se hicieron generales de hierro, mandando que todo
se distribuya de forma desordenada , solo por joder.
Hoy, la hemos utilizado. Qué alegría cuando la chapuza ha
salido bien, qué contento al ver que nada se caía y que "eso" ha
servido para algo. ¡Por fin!
Por esto lo cuento, porque muchas personas tienen en sus
dominios esas piezas que pareciese no tienen un futuro y es que realmente el
que no lo tengan es nuestro mayor empuje a seguir viviendo. Ánimo compañeros!
hay un día en que uno se descompondrá, pero las cosas inservibles seguirán
ocupando un lugar en la vida de otros y puede darse la felicidad de que llegue
el momento en que sepas donde lo pusiste y... sirvan.
Otro día contaré la emocionante historia de cómo un botón de
entre una caja con quinientos, me sirvió para una camisa.
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