miércoles, 3 de abril de 2013

En la crisis a los pobres todo les sale más caro.


En la crisis a los pobres todo les sale más caro. ¡Vaya afirmación tonta! esto ya lo sabemos bien los que miramos un euro y mentalmente lo dividimos en céntimos. Habíamos dejado de hacerlo y de repente, esa monedita enana que se pierde por los bolsillos toma un nuevo valor.
Aquí estaría un "Me llamo Tal y cuando veo un céntimo en el suelo, lo recojo emocionada" Y es que encontrarme una monedita por muy chica que sea me encanta; más ahora que, otra vez, he vuelto a la vieja costumbre de llamar pan a la barra barata que no sabe a pan y que me la bajan como si fuese un regalo, haciendo el viejo truco del que parece oferta algo y no es así. El pan sigue siendo malo con ganas, pobre, raquítico y sinsubstancia... eso sí, ahora lo bajan. Bajan el pan y no pierden, que estos hijos de Satanás (cada día me apeno más por este señor que no pudo ser tan canalla comparando con los que ahora pareciesen hijos) esos, no pierden nunca. Al revés, ellos han de ganar lo mires como lo mires. Qué si la luz ha bajado... ¿quién es el miserable que nos suelta esta noticia? uno que no tiene ni cabeza, ni corazón, para con sus vecinos. La luz, esa que ilumina nuestras noches, o la que nos deja mantener la comida refrigerada, esa, es la más cara de Europa, y nos rebajan el pan. O el internet que ha pasado de ser necesario en el trabajo y un entretenimiento noble, a ser una necesidad para los que nada tienen. Necesidad a medias, disfrazada con el sentir que ya no hay manera de salir a la calle y reunirse con nuestros vecinos, no sea que nos multen, a la vieja usanza, como cuando Franco, que llegó a ser tres multitud... Todo nos cuesta un Congo, lo mires por donde lo mires.
¡Compra dos y llévate tres! Y digo yo, para que quiero tres de algo que he de mirar hasta el céntimo... ¿no podrían ser más honestos y vender uno a un precio real? O cuando compras, lo que sea que parece barato y luego pesa menos de la mitad de lo que el siguiente en el estante y las cuentas no salen. Los céntimos se los siguen quedando otros que lloran y lloran, no por su pérdida, si no por la nuestra, porque la tristeza general les afecta. Lo mismo que me afecta a mí encontrarme una de esas puskarras en el suelo y alegrarme solo porque quiere decir que veo bien.

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