jueves, 7 de marzo de 2013

La Historia del Faro.


Sí, es lo que parece, un faro. No, no es el del fin del mundo, ni siquiera el del principio; es un faro pero entraría dentro del grupo de los “singulares” 
No es muy conocido por su belleza, ni por su arquitectura que recuerde al de Alejandría, se le conoce por ser el único faro del mundo en que hay veinticuatro fareros titulares, dos reservas y tres capitanes. Todos viven dentro de la torre y es que hace muchos años cuando lo construyeron hicieron una propuesta para ver quien quería ser farero; aparecieron varias personas que deseaban el puesto. Llegaban, se aposentaban y por la noche encendían la luz para que los barcos supiesen donde estaba la costa y qué rumbo debían tomar. A los pocos días enloquecían sin remedio. Nadie sabía el por qué de esto. Fueron cayendo uno tras otro de los que llegaban; volvían al pueblo con los ojos desorbitados, mudos y pálidos. El último que duró catorce horas allí, bajó contando que el faro no paraba de hablar y que para mantener la luz encendida no hacía falta petróleo, más bien lo indispensable era acariciarlo.
El encargado de los faros de la zona ya había escuchado algo similar que pasaba en un campanario de una torre vigía, solo sonaba si se la acariciaba. Tuvo la feliz idea de contratar a todos los varones disponibles del pueblo. Los hombres subían a la torre, se quedaban allí una hora y bajaban. Lo hacían por parejas y bajo la supervisión de uno de los tres capitanes, que eran los encargados de cuidar la mula que hasta allí los transportaba. Como no era cosa de aburrir, había tres animales, uno para cada capitán y se iban turnando. Los reservas estaban para hacer un poco de todo, tal fuese su necesidad. 
La cosa estaba clara. Uno acariciaba y el otro charlaba con la arquitectura, así se pasaban la hora de trabajo. Aprendieron mucho con este faro, unos son grandes filósofos y otros magníficos masajistas. El trabajo tiene muchos interesados esperando se quede una plaza libre, hacen estudios sobre todo para poder tener una conversación más que aceptable con el faro y manejan las manos con premura. Nunca ningún barco apareció por el horizonte, nadie ha disfrutado de su candorosa luz y sabes qué… ni falta que hace.

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