sábado, 29 de diciembre de 2012


Éramos tan pobres que todo nos parecía igual... Nos cansamos pidiendo derechos y ni casa o comida nos dan. Este año cuando suenen las campanadas no hemos de avanzar, las cifras, 2013, estarán mal y otros siglos aparecerán en los calendarios de algunos. Un mal adviento tenemos, uno en que por las circunstancias vamos retrocediendo en el tiempo.
Y si esto solo fue un "Viaje al Futuro"? como en una película donde a los noventa minutos dejas el asiento y pasas a la realidad de un pasillo que huele a palomitas y un señor te dice que te vayas...
Lo curioso es que este anuncio no me resulta raro. A primera vista hay rebote, enfado y a la siguiente hay reflexión. Si me viese en la calle, sin más recurso que el estirar la mano y esperar que funcione el "diostelopagará" o si me viese durmiendo en un albergue y comiendo en un comedor social, imagino que esta sería una salida, una triste salida, pero por lo menos un modo de devolver a la sociedad lo que da. Pienso que nos metimos en una moral donde hay temas sobrevalorados y es esto lo que nos hace ser mucho más desgraciados. La Dignidad, la Sociedad, el Orgullo, son palabras que nos llenan la boca y nos hacen sentir que hemos avanzado, pero nada más lejos de la realidad. Lo que pareciese conseguimos se rompe con tanta facilidad, cuelga de un hilo tan fino que la vuelta al pasado se hace cada día más palpable.
En el patio de butacas están todos igual de sentados, pero unos no se creen la trama, a otros solo algunas escenas les hace vibrar y muchos dejan la realidad en el momento en que les recortaron el pequeño papel que dice tienes derecho a ver una película y sienten que aquello es su vida por unos minutos olvidando que todo es un montaje para hacerte sentir bien o para despistarte, que es lo que piensa el que no ve fundamento.
Cuando veo gentes que llegan desde mundos inhóspitos donde la persona no vale lo que una cabra, esos que pasan a un gueto para marineros espontáneos con barcas de papel y plástico, pienso en que a lo mejor una buena casa donde poder dormir, comer y vivir, aunque no cobren monedas por eso, sería mucho más de su agrado. Porque ellos saben bien lo poco valiosas que son esas palabras que a otros nos llenan la boca. Solo el que ha bajado sabe lo que se cuece arriba y molesta verse en el siglo diecinueve con amo. Y nos enfadamos, por estas cosas, nos sientan mal en la moral; no caemos en que hay, ahora mismo, millones de compatriotas, de país y de mundo que buscan desesperadamente un cobijo y algo que comer y si para esto tienen que cortarse la barba, ponerse falda corta o parecer ignorantes, lo harán. Y para esto no hay legislación que valga, la que había se recortó como se recorta la entrada del cine. 

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