jueves, 31 de octubre de 2013

A ver si tenemos un ictus nacional y empezamos una buena rehabilitación...


La vida es curiosa a más no poder. Estoy escuchando a un vecino decir palabras cariñosas... "hey! bonita ¡qué simpática! guapa"... y como soy cotilla de natural, me asomo a ver tanta belleza. La "bonita simpática" es una perra de esas con matrícula, pedigrí, quiero decir, que ladra como una posesa cada vez que pasa alguno por sus lindes. Lo curioso del caso es que no hace mucho escuché a este mismo señor decir perrerías de los perros y tiene puesto en el canto de su casa esos polvos fosforito que además de venenosos están prohibidos.
Y es que somos así para todo, nos cuesta mucho centrarnos. Es posible que sea porque aquella frase: El mundo cambia que es una barbaridad, sea la que ahora toca y vamos de cambio en cambio como a empujones.
Lo que nos pasa con los perros nos ocurre con todo lo demás. Si el perro es de los bonitos, los aparentosos, no molesta tanto; esos se hacen caquitas. Si es un perro más bien feuchillo, con pintas de gremlin, se caga y nos mosqueamos mucho.
En las personas lo mismo y además admitiendo que uno tiene muchos amigos de tal o cual tendencia, pero si se nos planta de cerca uno que se sale del tiesto que hemos establecido, malo, ese es un maricón de mierda que no merece vivir. Y he dicho maricón, pero es igual si digo mafioso ruso, chulo de playa, gitano, rumano, etc. incluso algunos apelativos que marcan cierto desprecio están hasta bien vistos o van caminito de tal.
Ahora un pobre no es un miserable, ni menesteroso, ni mendigo, es un indigente y no lo pondremos en nuestra mesa por navidad, pero al darle la limosna pensamos en que detrás de esa piel sucia se esconde un empresario o un trabajador caído en desgracia por un Ere cualquiera. Todo esto si no se planta delante de nuestros dominios mostrando eso que parece una señal... cualquiera puede acabar así.
Y así con cada una de las cosas que nos pasan. Podemos llegar de un extremo a otro sin darnos ni cuenta. Escuchas una noticia y la lamentas, la repudias, te asusta o te enerva, todo esto en el tiempo en que cambias de cadena y escuchas a dos hablando de lo mismo pero con distintas opiniones. Y no creas que eres, que solo los "normales" somos así, para nada. Los que muestran en público sus ideas también pecan de lo mismo. Puede ser que no nos cuenten verdad alguna o que la razón esté más oculta que nunca y todo, absolutamente todo lo que escuchemos, y por lo tanto digamos, esté contaminado por las justificaciones que flotan en el aire para apaciguar los ánimos y el miedo.
Una ha vivido esto desde pequeña. Naces en un entorno donde la política lo es todo y la palabra Libertad es solo lo contrario a dictadura, independencia, nacionalismo, casi sin tener nada que ver con lo que realmente significa o por lo menos con el primero de los significados: " Facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia y antojo."
Perdimos el antojo, y puede ser por falta de inteligencia, no sé, seguramente se darán todos los casos y extremos, porque la sociedad que te rodea es la que va marcando las pautas, tú no tienes esa facultad... eso nos hicieron creer, desde luego.
Nos la pasamos dudando, pero no en busca de la verdad o de la realidad. Dudamos con el estómago, con el corazón, con la suerte... todo cosas imprecisas, intangibles y que se amoldan según las corrientes con las que tropecemos. Por un lado se enardece la lucha, aunque sea violenta y por otro te entristeces por las bajas. Por una parte te desesperas por la meta que te marcaste, por ejemplo, poniendo un sinónimo a Libertad, independencia; pero cuando aparecen los protagonistas tienes que decidir en qué lado estás y son las tripas, el corazón el que se pone serio queriendo hacer que veas cosas que... no sé, dudo que sean reales.
A las malicias les pasa lo mismo. He visto como hemos ido vareando lo que nos llegaba, casi entre risas, sonriendo al pillo y justificando, el desmán, la falta de rigor, la mediocridad... hasta que vemos que eso no ha traído beneficios, solo malestar y un sentimiento de odio mezclado con culpa que no hay corazón que lo aguante.
Nadie dice ya que tiene algún amigo político, no está bien visto y las palabras, los hechos, nos han dejado con la boca de la razón abierta de par en par.
Si no sé si tengo que odiar o amar... ¿miro para otro lado? o me siento, me lo planteo, borro el pasado y empiezo de nuevo... creo que un gran ictus nacional debería suceder y comenzar una rehabilitación con todas las de la... una nueva ley, mucho más justa y real.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.