viernes, 24 de agosto de 2012


Supongo que dar salida a esta entrada es solo por menear la olla, una que no tiene tapa y se la quieren poner.
Soy vasca y a la mayoría de nosotros, desde muy pequeños, se nos ha enseñado a diferenciar nuestra tierra de las demás, visto desde fuera este tipo de comportamiento se podría llamar una “bilbainada”, un exagerar todas las cuestiones y reprobar cualquier cosa que pasase “en el otro lado”. Aprendimos desde chicos que España era diferente y que nada teníamos que ver con esto; cosa que la mayoría aceptaba sin pensar, ser superior es algo que gusta, sentir que estás en un grupo de personas que luchan por ti o que te condecoran con una medalla solo por haber tenido la “churra”, la suerte del azar, de nacer en este sitio y no en Chilindrín de Abajo. Apunto esto para que se aprecie que sentirse superior es algo que gusta y que se asume con una facilidad pasmosa.
La cosa cambió cuando dejé mi pequeño mundo y me encontré con otro que era mucho más grande, mucho más abierto, tan combativo como el nuestro y con libertades menos definidas pero mucho más agradables. La libertad de poder sentir lo que te diese la gana. Nos instalamos en el mar que no tiene mareas y suele estar caliente y en calma, en la parte donde el sol nace y siempre hace buen tiempo, esto te cambia la vida, la manera de verla y las ganas de vivirla. No por ser más lista he llegado aquí, la casualidad nos lo mostró y la intuición nos dijo que este era nuestro pueblo, nos quedamos. Como nosotros hasta esta bella tierra llegaron miles y no todos vascos, gentes de cien países diferentes que también pensaban así, que esta tierra es toda luz.
Al principio mi natural predisposición a sentirme extra me hacía decir cosas tontas y nada reales, agradezco la paciencia que conmigo tuvieron, me hicieron sentir como en casa. Aquí hay días en los que se puede charlar en castellano con gentes que también hablan otros idiomas; una vez me senté en una mesa de veintitantas personas y casi no se repetía país, belgas, holandeses, árabes, americanos, etíopes, rusos… y algún español, desde luego. Hablaba cada uno de las diferencias que encontraban en este país para con el suyo y en ese momento me vi defendiendo España, me vi sintiéndome parte de una sociedad que me daba la oportunidad de sentir que era para aplaudir. Por mucho que digan, por mucha crisis que tengamos, España es un buen país; tenemos un clima variado, un paisaje maravilloso y unas gentes que son dignas de abanderar. Hemos descubierto cosas, inventado o transformado tanto como el que más y eso no nos hace superiores, nos hace estar orgullosos. Pero solo hasta el punto en el que a uno le parece que se está menospreciando el lugar donde se vive. Imagino la comparación de aquel grupo, el entusiasmo si alguno de otro planeta viniese a meterse con nosotros… Una pena, porque analizo como andan las cosas y me temo que hay tantas acciones históricas vergonzantes que cambiaria de tema. No sé muy bien lo que defendería, tendría que reducirme a mi pequeño país o mi minúsculo pueblo y aun así tal y como están las cosas quizás me tendría que callar por no parecerme que estamos haciendo bien las cosas. Cada uno es como es y solo hay que esperar que salga lo mejor, intentando dominar la avaricia, el egoísmo, la miseria de cada persona; porque a la larga, eso, lo triste, no inventa nada, no mejora la vida propia, ni la de los que nos rodean.
Veo como se recortan las cosas buenas que tenemos y como nos enfadamos por esto… unos, otros que son más realistas intentan justificar los recortes porque no hay dinero para pagar el beneficio. No lo hay, no tenemos más que deudas y se va cerrando la olla para que solo unos pocos elegidos coman de ella.
Ahora son los “sin papeles” los afectados, como lo son las personas a las que los bancos engañaron, los que perdieron su trabajo y no pueden comer, los que tenían puestas sus expectativas en la ciencia y ahora se dejan reposar… todos estamos en la cuerda floja de un país que al paso que va me va a resultar muy difícil defender. No veo dirigentes que me animen a aguantar el chaparrón, no veo propuestas para mejorar, solo para empeorar las cosas, como tampoco veo que mis conciudadanos se muestren generosos. Cada grupo se mete en su pequeño reducto y lo defiende con uñas y dientes, importando bien poco el resto. Ahora la gente no defiende su país, defiende su corporación, su trabajo, su modo de vida solo visto desde ese punto económico que es tan ventajoso para unos y malicioso para otros. Nos quejamos de que no tenemos suficiente; el que tiene llora porque quiere demostrar que con eso no se puede vivir, sin pensar que otros viven con la mitad, de la mitad, de la mitad… o con nada, gracias a la generosidad de los familiares o amigos. A nadie se le ocurre proponer un reparto, nadie quiere dejar de trabajar una hora para que se contrate a otra persona que pueda, por lo menos, comer. Nadie quiere perder las prebendas conseguidas, incluso si no hay dinero para pagarlas, que se lo quiten a otro y llegado este punto, nos da igual que sea el vecino.
Nos quejamos por la sanidad, esa que en la comparativa nos hacía ser un país superior, nos recortan la seguridad de saber que en eso que más se teme, en la perdida de la salud, vamos a tener a nuestra disposición todo lo necesario para subsanar el problema. Nos jode llamar a la puerta y que nos digan que no hay para nosotros, porque nos creemos, nos lo ganamos, el derecho a ser cuidados y a la que esto ocurre, miramos al de al lado para ver si ha colaborado con el grupo. No pensamos en que todo está tocado por el administrador que hace que cada cosa que se consuma tenga aranceles para pagar el bienestar. Los que pueden se marcan como insumisos y deciden que ellos no dejaran de hacer eso que siempre hicieron, pero seguro que hay un montón de gente esperando meses, o años a que se les atienda y no obtienen tanto apoyo. Seguimos sin verlo claro, pataleando contra los recortes, contra las bajadas de sueldos, los ERES, las subidas de impuestos y queremos más, queremos vivir como antes, con seguridad, aunque fuese falsa. Los ladrones se quedan sin castigo, los gobernantes sin apoyo, los habitantes sin atención y solo nos enfadamos… creo que ya es hora de replantearse las cosas, de ver si hay gentes que tengan otras ideas, de saber si vamos a seguir pensando que somos unos desgraciados muertos de miedo o gentes que están dispuestas a equilibrar la cuerda, para que todos puedan pasar sin morir en el intento. No soy vasca, no soy española, no soy nada si no participo en algo que mate a unos y a otros no. Nadie tiene más derecho que nadie, todos respiramos el mismo aire podrido y a no ser que empecemos a soplar, acabaremos con todo. 

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