lunes, 10 de febrero de 2014

Por amor a la vida y respeto a la muerte...


Es algo personal, la muerte es personal y saber cómo llevarla un lujo que pocos humanos quieren preparar. Esto lo he pensado unas cuantas veces, no muchas, siempre tuve claro que no se puede batallar cuando el contrincante es más fuerte que tu, por eso lo tengo asumido desde joven, quizás antes, cuando a ningún niño se le ocurre pensar en esto.
Recuerdo que jugaba a que me moría, me quedaba quieta, con las manos sobre el pecho, como si estuviese en un ataúd. Colocaba la almohada encima de mi cabeza para quitar ruidos y respiraba cada vez más lentamente y en la menor medida posible. Al pasar un rato, no mucho, me picaba la rodilla, o un talón y tenía que moverme. Nunca conseguí llegar a saber lo que sería no ser nada. No sentir, no oler, no escuchar... Pensaba en lo que perdía, y que los religiosos que conocía no me contaban más que tontunas literarias, aquello era un despistar, porque nadie sabía responderme realmente qué era aquello que pasaba, daba por hecho que la muerte es una “nada”.
Con los años me di cuenta de que morirse es lo más personal que hay. La soledad más grande y terrible que uno se pueda imaginar, no habrá luces que nos despisten, o quizás sí, no lo sé, lo que sé es que en ese viaje, no sirven maletas, ni compañeros, y si no lo tienes asumido, mal lo llevas.
Una de las cosas que recuerdo pensaba, era que esto impepinablemente le pasaba a todo el mundo y que algo así no podía ser tan malo.
Luego, con los años, una se ve con ganas de ser entusiasta del porvenir, incluso le encantaría que hubiese algo más, la luz al final del túnel, los fantasmas, la mierda del karma, algo para justificar la estupidez de crear una vida tan hermosa y luego terminar con ella y que te coman los gusanos. Al final, uno sabe nada y aceptas lo inevitable esperando sea lo más tarde posible.
El primer día que me plantee que tengo en mi mano decidir cuándo morir, fue el mismo en que me di cuenta de que apreciaba la vida, y que la enfermedad, la real, esa que te mata de a pocos, no iba a decidir nada por mí. Ni ella, ni nadie.
Un día ves que una barandilla, un murete, se ha caído y aparecen los municipales poniendo vallas y cordones, que no son avisos, por si no lo ves, son por precaución, para que nadie se asome. Y nos parece bien, incluso es algo que por costumbre casi lo exigimos.
Me pregunto, si no somos idiotas. Yo, no lo soy y si veo un muro caído puede ser que me asome lo justo, pero nunca seré tan imbécil como para acabar cayendo... ellos piensan que sí, que lo soy y me ponen cuerdas, ponen puertas a mi decisión de ser correcta y no arriesgarme a caer… ¿y si no me importa?
Esta tontería que acabo de comentar, es solo un ejemplo de cómo vamos dejando que otros decidan por nosotros. Mi madre seguramente me lo diría una, dos veces, y aprendí, nadie más tiene que venir a enseñarme como he de andar cuando hay un peligro. Avísame, eso es bueno, pero no me trates como a un idiota descerebrado. Ya sé que muchos dirán que esto es necesario, quizás lo sea, porque estamos tan acostumbrados a dejar que otros piensen por nosotros que es posible necesitemos muchos guardianes en nuestras vidas.
Quiero morir de la mejor manera posible, la más digna, sin dolor, sin molestar a nadie, ni hacer demasiado gasto. No te dejan. Se han tomado tan en serio el tema de mi, nuestra protección, que se creen con derechos que nadie les debería haber dado.
Un día llegan y nos ponen cámaras de vigilancia por todas partes, y como eres honrado piensas que tú no tienes nada que ocultar... y un día sacan una ley que te hace criminal por cualquier cosa que al gobernante de turno le parezca mal, y ellos te llevan controlando años, con sus pequeños ojos por las calles, en tu trabajo, en los comercios y si te descuidas en tu casa.
Los gobernantes son pequeños y legales dictadores, y un dictador no es un cabrón que mata judíos, un dictador es un tipo que cree tener la verdad, la razón de su parte y que el que no lo está, a su lado, es un canalla que no merece vivir. Todos los humanos a los que se les da un poco de poder, cambian, la responsabilidad se enarbola como un fusil y les hace sentir que son superiores al resto. TE han de poner cordones de seguridad, para tu propia seguridad, por todas partes, porque si eres una persona que no ha a alcanzado su estatus tienes menos categoría y por ende, menos derechos. Y te están vigilando, te han apuntado en todas las listas e incluso les distes los datos, contestaste a todas las encuestas y saben todo de ti.
Vas a nacer cuando el médico esté dispuesto, no te preocupes que para eso tienen goteros que lo facilitan y si no, te abren las tripas para no tener que esperar, no sea que se termine el turno. Te pondrán todas las vacunas que a ellos, que al dictador de turno le parezcan necesarias, tanto si están realmente siendo útiles como si no. Te mandarán a la escuela que ellos decidan, tanto da la que sea, ya se han encargado de rellenar los libros con lo que debes o no debes aprender. Te dirán en qué idioma has de hablar, o no te lo dirán ya harán campañas bonitas ensalzando la nacionalidad o lo que sea, para que hables lo que ellos quieran. Rezaras. No importa el nombre de dios, seguramente vendrá cargado de regalos espirituales, regalos que no se ven, pero que te animaran cuando vayas dándote cuenta de que la vida que tienes está más que programada, también tus pensamientos lo deben estar.
Somos tantos que hicieron docenas, no les importa que trabajes o no, que ames o no, que sufras o dejes de sufrir, ellos ya tienen sus estadísticas hechas y es fácil que a estas alturas te tengan bien atado, que más da si quieres protestar o te hiciste revolucionario, es una etapa por la que pasarás y no importa, te dejan, porque no hemos de llegar a ninguna parte.
Han decidido tanto por ti, que a veces te revuelves, piensas que tu cuerpo es tuyo, pero no lo es. Tienes un DNI y perteneces a un grupo grande que vive en tal o cual país y si tienes suerte y es un lugar con comodidades, mejor, te dolerá menos cuando te veas siendo uno más y que a nadie le importa que seas uno menos.
Además, en caso de que nos desfoguemos más de la cuenta hay modos de exaltarnos, hay formas en las que controlar a la masa, porque a estas alturas somos masa. Te darán deportes, espiritualidad, consumismo, naturaleza, todo de obligado cumplimiento.
Tal es el control que no te imaginas como es la libertad ¿qué libertad?
Te ves en los mares del sur, debajo de un cocotero, tumbado en la arena, deseando... que se carguen las pilas para telefonear y contar lo bien que se está siendo tan libre. O quizás necesites volver a la naturaleza, pero sin que te falte de nada, que la carencia es sinónimo de miseria y tú, tú no eres de esos que malvivían en el campo. Quieres tenerlo todo a mano, no sea que te duela una muela y las hierbas no funcionan, necesitas un dentista; o que la vista empiece a fallar y no sepas que a lo lejos hay un muro caído y te vas al hoyo.
Solo hay una cosa, solo una, que nos ha de dar la libertad total, morir. Será la primera y única vez en que nos despojemos realmente de todo, que todo es superfluo, incluso este jodido cuerpo que a la más tonta se contagia de algo y te mata. No se puede luchar contra el destino, el que sea, controlado o no, pero puedo pedir que me dejen espirar.
Inventan todo tipo de cosas para controlarnos, y es como un matrimonio, en la salud y la enfermedad; y no te dejan morir en paz.
Ellos, los que saben, lo podrían facilitar, pero no quieren. Sale en cada uno el pequeño dictador que lleva dentro, ese que nos dijo que no éramos lo suficientemente listos como para ver una barandilla rota y no caer; esos que te ayudan porque están por encima y eres su trabajo o su buena obra del día.
Por todo esto es muy importante que tomemos consciencia de que hay que prepararse para morir. Lo vamos posponiendo como si estuviese tan lejos que no ha de llegar y llega. Y nos verán lastimados, dando pena, en la cama postrados, y no tendrán compasión.
Esos que la tienen con un perro, no la tienen con un igual. Esos que defienden la vida y que no abortarían si tuvieses malformaciones, esos, te han de poner trabas hasta en que decidas cuando dejar este mundo. Y es que por mucho que durante la vida nos salgamos del tiesto, seguimos estando en el jardín y si no hacemos algo, no podremos llegar a nada.
Les hemos dejado mucho tiempo decidir por nosotros, nos hemos creído amos de las palabras que no inventamos, de las ideas que no produjimos, de la vida que tenemos... y dudo que ni un solo pensamiento sea mío, yo también tengo la consciencia controlada, como todos.
Menos mal que hay alguno lúcido, que es capaz de tener eso que perdimos, valentía, determinación, fe, pero no en otros, en sí mismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.