La primera vez que me monté en un avión de Ryanair fue para
ir a Londres. Me hubiese dado igual cualquier otro lugar, lo de volar me
emociona; era la primera vez con esta compañía que por cincuenta euros hizo que
cruzásemos el paso de cebra de Abbey Road. Llegamos al aeropuerto hora y media
antes y como eso de volar me sigue pareciendo una cosa de lo más tonta, increíble
y peligrosa, bebo.
Una de las novatadas que tuvimos fue que al aterrizar, después
de que alguien dijese algo por megafonía, como que habíamos llegado a tal hora,
lo que era más que evidente… un silencio se hizo en la sala que duró unos
segundos, como si la gente aguantase la respiración en el impase ese en que el
aparato posaba sus ruedas en tierra. Evidentemente no respiramos, como todos,
no rezamos porque en ese año aun no habían empezado a romperse los aviones,
pero algo se rompió en nuestro interior. Todo el mundo se puso a aplaudir con
tono histérico y nosotros nos mirábamos con curiosidad y cierta alegría. Era del
todo evidente que todos los que allí daban palmas estaban emocionados, una vez
más el piloto lo había conseguido.
Después de unos eternos minutos donde todos intentaban
llegar a la salida con sus respectivas maletas de cabina, que sujetan con las
dos manos, después de volver a meter eso que nos acoplamos a la entrada para
escamotear peso y volumen; conseguimos llegar a la puerta. Allí los que salían
daban las gracias a esas tres señortitas, bueno dos, el otro era un dispuesto
muchacho; por fin se respiraba aire inglés, otro aire, el mismo de tantos mitos
que me gustan. Bajé las escaleras con cuidado, no se fuesen a romper que tenían
un aspecto de viejunas que daban miedo y por fin, pisé asfalto real. Dejé la
pesada maleta en el suelo, me agaché y lo besé… No era tanto la emoción de
verme inglesa, más bien era ese miedo que no me pude quitar de encima durante
todo el vuelo. Un miedo doble, que iba contenta por haberme bebido un par de
vermuts antes de subir. Volar siempre es una emoción, volar con Ryanair es,
además un riesgo, uno de bajo coste.
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